martes, 24 de abril de 2012

RESEÑA DE ANTONIO TELLO SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" EN EL BLOG MIS (RE)LECTURAS

 Artículo de Antonio Tello en Mis (re)lecturas
En El libro de las maravillas (Ediciones Barataria, 2011), Fernando Clemot hace una propuesta literaria tan arriesgada como ambiciosa en su significación. El resultado es una novela sostenida por una sólida narratividad a través de la cual surgen personajes agónicos que hacen de su último aliento un canto a la vida.

En la escena final de Blade Runner, el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) después de evitar que Rick Deckard (Harrison Ford) se precipite al vacío, se sienta con una paloma en sus manos y, mientras llueve, le dice: «He visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves más allá de Orión, he visto Rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser...todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia. Es tiempo de morir». Esta es precisamente la piedra angular de El libro de las maravillas, de Fernando Clemot. La memoria de lo vivido como huella única y fugaz de la existencia humana. Todo se perderá cuando llegue la hora de morir. 
Clemot construye su relato situando sus personajes en una isla, trasunto del mundo, a la que apenas llegan ecos del exterior. Dicha isla es una clínica de enfermos terminales que, a través de la mirada y las vivencias del señor C., se enfrentan a sus días finales y hacen del relato de determinadas experiencias y de la posibilidad de su escritura un desesperado intento de encontrar un sentido a sus vidas, a sus frustraciones y, sobre todo, de no perderse «como lágrimas en la lluvia». Pero no es la película de Ridley Scott el punto de partida de Clemot, sino el vínculo que Marco Polo establece en la cárcel de Génova con otro preso llamado Rusticello de Pisa, a quien hace el relato de sus viajes por Oriente. El libro de las maravillas.
El señor C., después de que se le diagnostica que tiene los días contados y decide ingresar en la clínica para ser atendido debidamente, hace un balance de su vida y constata que toda ella es una secuencia de frustraciones. Pensándola como un relato, se le ocurre que si cambia el final quizás logre dar con el sentido de su existencia. Es así como la escritura surge como un modo de rehacer ese pasado no sólo a través de sus recuerdos, sino también de los recuerdos de otros pacientes. Para llevar a cabo su propósito, el señor C. adopta el papel de Rusticello, un individuo que viaja a través de los viajes de otros que, como él, ansían saldar cuentas con su pasado y con las culpas que arrastran y han condicionado sus biografías.
La escritura se convierte así en el asidero fundamental de la memoria, la existencia que resiste la acción erosiva del tiempo y de la muerte. Pero, la escritura no es inocente y en su acontecer le revela al protagonista que el recordar es una forma de vaciarse, de ir hacia el «naufragio, a la luz que nos ilumina hacia la terca lucidez de la nada» y que él no es Rusticello como creía, sino «Marco Polo, un viajero que narraba para sí mismo [que trazaba vidas paralelas que le] hicieran olvidar lo gris que resultaba la real.» Pero, a pesar de este esfuerzo titánico, el señor C. no puede evitar lo inevitable y la memoria y la percepción de la realidad acaban antojándose elementos inestables y poco fiables a medida que sucumben ante la incertidumbre de la muerte. En este momento el lector, con su alma atravesada por un relámpago de verdad, cierra el libro como si cerrara tras él la puerta de la clínica, la puerta de una cárcel genovesa, donde un soldado pisano oye y escribe el relato de un aventurero veneciano que se resiste a morir. 

viernes, 20 de abril de 2012

SANT JORDI EN LA PARADA DE SIGUELEYENDO

Estimados amigos:

Estaré firmando con la gente de Sigueleyendo y Barataria, junto a muchos otros autores, en la parada de la sede de Sigueleyendo, en la calle Lluna número uno, de seis a ocho de la tarde.
Os esperamos.

Fernando


martes, 10 de abril de 2012

"SAFARIS INOLVIDABLES", EN SEPTIEMBRE, CON MENOSCUARTO.

 

En septiembre, con Menoscuarto, publico mi segundo libro de cuentos: "Safaris inolvidables", cuatro años después de "Estancos del Chiado".
Algunas catas de "Los clavos del santo", "Il fastello della mirra" y de "La agonìa de las flores", cuentos del recopilatorio.
Estoy muy contento.

http://espadasylabios.blogspot.com.es/2011/05/pedro-luis-cano-y-fernando-clemot-en.html

http://espadasylabios.blogspot.com.es/2011/04/la-agonia-de-las-flores-microcuento.html

"EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" RECOMENDADO EN EL PROGRAMA "VIA LLIBRE" DEL CANAL 33 DE TV3

Los amigos de la Llibreria Carrer Major de Santa Coloma y mi amigo Pedro Cano me incluyen entre las recomendaciones para el programa "Via Llibre" del Canal 33. Gracias, guapos.

martes, 3 de abril de 2012

RESEÑA SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" EN EL BLOG DEL ESCRITOR RUBÉN CASTILLO

El libro de las maravillas 

publicado en  http://rubencastillo.blogspot.com.es/



Fue en 2009 cuando llegó hasta mí el volumen de cuentos Estancos del Chiado, del catalán Fernando Clemot, que me pareció subyugante y al que me alegró comprobar que concedían después el premio Setenil. Más tarde, leí con éxtasis su embriagador libro El golfo de los poetas y refrendé el juicio laudatorio que sobre este narrador barcelonés me había formado. Y ahora, publicado por el sello Barataria, se encuentra disponible un nuevo texto suyo con el marcopoliano título de El libro de las maravillas, que devoré durante la Navidad pasada y que ahora, lento y con un lápiz en la mano, he vuelto a recorrer.
Aclararé desde el principio que la mención del lápiz no es ociosa: en esta novela hay una proliferación tan notable de aforismos, una densidad tan laboriosa de frases para la reflexión que los buscadores de perlas literarias, los entomólogos de la cita, los cazadores de unicornios líricos o filosóficos encontrarán aquí su particular Eldorado. En síntesis, y sin desbaratar ninguna de las sorpresas que aguardan en el tomo, indicaré que nos encontramos en la clínica Dantas, una «sima negra» (p.55) donde nuestro protagonista convalece de su enfermedad y distrae las horas y los días escuchando y anotando todos los detalles que le resulta posible conseguir de la vida de quienes le rodean (Brígida, el doctor Andrade, el optimista Bridoso, la otoñal pero aún seductora Clara Padrel...). El modelo que adopta es clarísimo, y nos lo indica ya desde la tercera página: Rustichello de Pisa, aquel escritor que estuvo encarcelado a finales del siglo XIII con el viajero Marco Polo y que recogió al dictado los pormenores de su memoria. Porque este libro, en su línea medular, nos habla de la memoria: de cómo nuestra existencia, observada con la debida atención, presenta una asombrosa densidad («Es delirante la cantidad de pensamientos que puede contener un momento», p.203); de cómo somos el resultado de miles de podas íntimas («Tenemos la portentosa facultad de aniquilar vidas en cada decisión, a cada paso, con cada pero o negación muere una vida, en cada silencio muere en nosotros una existencia distinta, desperdiciamos en cada decisión oportunidades para ser felices o espantosamente desgraciados», p.54); de cómo los demás son siempre enigmas, cofres cerrados, sobres con lacre o matriuskas y que, si se los examina con la adecuada concentración, podemos descubrir en ellos heridas, pliegues tenebrosos o sorpresas de luz.
Fernando Clemot, como un espectador orteguiano o un voyeur del alma, deja a su protagonista mirar y decir, y luego dibuja sus observaciones con prosa lánguida, neblinosa, perfecta, que contagia al lector casi desde el principio. El resultado es una novela de atmósfera. Y me explico: hay narraciones que no sólo cuentan una historia, sino que construyen con su lenguaje, con su sintaxis, con su especial selección de elementos retóricos, un aura, un espacio propio, un aroma distinguible y único. Piensen por ejemplo en Rayuela, de Julio Cortázar; piensen en el ciclópeo Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa; piensen en Seda, de Alessandro Baricco; o piensen en la deliciosa Sostiene Pereira, del recientemente fallecido Antonio Tabucchi. Son obras que desprenden un perfume singular. Como ocurre con El libro de las maravillas, de Fernando Clemot: un volumen que establece su territorio de lluvia, melancolía y memoria, y en el que se nos invita a entrar.
Quizá pueda parecer chocante pero, cuando llevaba un cierto número de páginas de la novela, me vino a la memoria aquel artefacto robótico que se introdujo en la pirámide de Giza en 2010 para estudiar sus galerías más peligrosas o inaccesibles. Las imágenes pudieron verse en todo el mundo a través de las pantallas de televisión, emitidas por la BBC... Creo que esta obra de Fernando Clemot tiene un poco de ese espíritu: el esfuerzo titánico para intentar entender quiénes somos, después de mirarnos por fuera y por dentro. De ahí que esta novela resulte, a mi entender, tan profunda como elegante, tan sobria como incisiva. Tan valiosa.Dijo un poeta que conocerse es el relámpago. A mí reconozco me ocurrió con este escritor: desde que leí su primer libro tuve clara mi empatía con su prosa. No creo que abandone ya esa afinidad y esa certeza.