
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100923/imprescindibles---gil-biedma-23-09-10/885422.shtml
Entre los 82 libros presentados, los 10 candidatos son los siguientes:
NOTA: Los ganadores del Premio Setenil en sus anteriores ediciones han sido Alberto Méndez, Juan Pedro Aparicio, Cristina Fernández Cubas, Sergi Pàmies, Óscar Esquivias y Fernando Clemot
ENTREVISTA A FERNANDO CLEMOT | |
«Todos conocemos a alguien que se destruyó ante nuestros ojos» | |
por Iván Humanes Bespín Entrevista publicada en la revista Literaturas, septiembre de 2010 (http://www.literaturas.com) | |
Fernando Clemot (Barcelona, 1970), reciente ganador del Premio Setenil al mejor libro de cuentos publicado en España con Estancos del Chiado (Paralelo Sur), publica su primera novela en Ediciones Barataria: El golfo de los Poetas. Clemot ahonda en los secretos de la identidad y dispone un viaje a la memoria perdida de Leo Carver, personaje principal de la novela. Tragedia, alcohol, sexo, literatura y culpa son algunos de los elementos del tormentoso golfo de los poetas. Uno de los logros más notables de El golfo de los Poetas es el personaje principal, que es su narrador, Leo Carver, ¿cómo llegaste a él? ¿Cómo diseñaste el personaje? La observación y algunas experiencias personales son suficientes para desarrollar una personalidad como la de Carver. El alcohol está ahí, es parte de nuestras vidas, también ciertas rutinas de exceso propias y ajenas me han aportado referentes directos, profundos. Todos conocemos a alguien que se destruyó ante nuestros ojos. El alcohol y el desengaño, la heroicidad y la miseria moral las podríamos encontrar personificadas, cerca nuestro, en cualquier momento y rincón de nuestra vida. En cualquier café, en la puerta de un supermercado o en un banco, podemos encontrar a alguien que nos contaría una historia que superaría con creces a la que nos cuenta Leo Carver en El golfo de los Poetas. ¿Es realmente Leo Carver un personaje amoral? ¿Todos podríamos ser, en el fondo, Leo Carver? Tendríamos que situar primero lo que es la moralidad y lo que no y abriríamos un debate de fondo. Desde la moral al uso (judeo-cristiana) Carver es amoral, sin duda. Se pasa por el arco del triunfo todas las recomendaciones, las que le podría dar un sacerdote pero también las de un médico o un psiquiatra, los nuevos gurús del siglo XXI. Estamos entrando en una época en que pesarán más las pautas morales de los gimnasios y los dietistas que las de la religión católica. Hemos encarado la era de los enfermos crónicos, viviremos cien años o más pero estaremos permanentemente pendientes de nuestra salud y de nuestros abdominales. En relación a estas nuevas directrices la conducta de Carver es también totalmente amoral, no respeta ni su vida ni su imagen, tiene encendidos todos los mecanismos de la autodestrucción. Está por encima de los condicionantes morales porque no le interesa ya lo que puedan pensar de él, en eso es un héroe, nos mira desde arriba. Carver es un destructor a toda máquina hacia las cataratas del Niágara. Val Gale, poeta inglesa con una muerte que es una incógnita, tiene la textura de un fantasma en El golfo de los Poetas. No porque lo sea, sino porque la falta de memoria reciente de Leo Carver y el mecanismo con el que se acerca a la poeta, genera esa condición etérea. De personaje que está pero no está. ¿Estás de acuerdo? ¿Quién es Val para Fernando Clemot? La figura de Val es una oportunidad perdida, es la redención (cierta o intuida) que pasa por delante de nuestras vida un día sí y otro también. Tenemos una gran facilidad para generar una enciclopedia de excusas que nos hagan justificar nuestros errores. Todos hemos soñado con vidas paralelas, vidas felices, llenas de emociones y entrega sentimental que nos alejan del día a día, en general exento de estas emociones. Leo para estas lides no es ni más ni menos que ninguno de nosotros, todos buscamos el lugar donde todo cambió, donde se fueron a pique nuestras ilusiones o la inocencia. Percy, Mary Shelley, Lord Byron o D. H. Lawrence encontraron en el Golfo de los Poetas (Golfo dei Poeti) un lugar para afinar la inspiración. Cuéntanos más sobre tu Golfo de los Poetas propio, ¿cómo se integró la historia en esa localización? ¿Qué ha aportado el Golfo della Spezia a la novela? Cuando vi las montañas blancas de mármol desde la playa de Marina di Carrara ya supe que aquel escenario iba a ser importante. Era un escenario mágico, el mar, el blanco puro de las vetas de mármol, una representación perfecta de un tiempo de esperanza, de un verano perpetuo, de ese tiempo en que pensamos que la vida nos encamina hacia una aventura única y espectacular. Desgraciadamente luego vemos que todo es más vulgar, que la vida no está a la altura de nuestras expectativas. Leo Carver y Selma. Padre e hija. La tensión sexual de estos dos personajes durante la novela es contraste con la visceralidad del sexo de Leo Carver con otras mujeres, otras relaciones. ¿Qué es el sexo para Leo Carver? ¿Qué representa Selma para él? El sexo en Carver aparece como un síntoma más que como una oportunidad o representación de alguna energía de renovación. En algunas fases del alcoholismo las principales necesidades de las personas afectadas se pueden reducir a la sexualidad (expresado muchas veces de una forma adusta o brutal) y a beber. Desde mi punto de vista Carver está en esta fase, encuentra representado el sexo en todo, quizá como reflejo también de su propia inutilidad para tener una relación sexual satisfactoria. Ante la imposibilidad absoluta de sentir se ha convertido en una máquina de follar. En el momento en que se encuentra la imagen de su hija Selma es únicamente una representación de la inocencia perdida, como lo puede ser también el personaje de Ana. Háblanos sobre los “conceptos-bisagra”, que ya Jordi Gol refiere en una de las solapas del libro, ¿cómo te sirves de ellos para que avance la narración? Los conceptos-bisagra representan la aparente arbitrariedad que existe entre la observación de un objeto y la representación que la memoria desentierra de nuestro archivo de recuerdos a oscuras. La memoria es enigma y magia, posiblemente uno de los campos más amplios y desconocidos de la inteligencia humana. Sabemos qué es pero no cómo funciona. Podemos estar contemplando una motocicleta y que esa contemplación nos rescate el recuerdo de una boda de hace veinte años o la entrada del colegio al que íbamos de niños. Entrelazamos recuerdos de forma caótica o desordenada pero creo que simplemente desconocemos los mecanismos profundos de la selección de recuerdos que realiza nuestro cerebro. En El golfo de los Poetas hay un lenguaje cuidado, una narrativa desarrollada, ¿cuánta importancia le das a ese lenguaje y cuánto a la innovación literaria, a la forma, para construir una buena historia? El hecho de que el personaje central sea un escritor me permitía jugar con un margen amplio. Carver es un buen escritor, sería lógico que se quisiera recrear en lo que escribe. En este ámbito me siento también bastante cómodo. Estamos en un momento difícil. El lenguaje, cómo contamos, es parte fundamental de la literatura, si nos limitamos a escribir crónicas o a imitar el lenguaje periodístico en la literatura ésta acabará convirtiéndose en guiones o en puro periodismo, en imagen al fin y al cabo y en una pugna de imagen contra imagen siempre vencerá la televisión o el cine. Debemos pedir más al lenguaje, ser exigentes, reventarlo para que reviva, la imagen es un enemigo poderosísimo y acecha cualquier descuido. La lucha para que el lenguaje tenga peso por sí mismo, para que tenga una significación que muy a menudo se rechaza, es uno de los tableros de juego en los que se está moviendo el futuro de la literatura de los próximos años. ¿Cómo recibiste la noticia del Premio Setenil por tus Estancos del Chiado? ¿Qué crees que has conseguido con este premio? Sigo sorprendido con lo del premio Setenil al mejor libro de relatos. Me consideraba ya halagado con que Estancos del Chiado estuviera entre el grupo de finalistas y quedar ganador por delante de libros de cuentos tan buenos como los de Jon Bilbao, Millás, Molina Foix o Bonilla me hace sentir muy bien. También había otros libros sensacionales como los de Esther García LLovet o Martínez de Pisón que se quedaron sin entrar en la final. Creo también es una buena noticia para las pequeñas editoriales, el libro fue publicado en una editorial pequeñísima, con una distribución manual y ha superado a otros libros que no tenían nada que ver con este perfil. Parece que queda un pequeño espacio para las editoriales independientes y para los nombres nuevos. Por ello doblemente satisfecho. ¿Cuáles son tus próximos objetivos? ¿Hay alguna nueva novela a la vista? El golfo de los Poetas es una novela escrita hace ya cinco años. Hay proyectos y tengo otra novela sobre la memoria, está escrita y está por ahí dando vueltas, en ese limbo en el que flotan tantas. |
Primavera de café. Joseph Roth
Edición de Helmut Peschina
Traducción de Carlos Fortea
Acantilado (Barcelona, 2010)
Izquierda y derecha.
Joseph Roth
Traducción de
Sandra Chaparro Martínez
Ediciones Barataria
(Barcelona, 2010)
Siempre es una buena noticia recibir novedades con la firma de Joseph Roth, cuya recuperación por parte de Acantilado constituye, en mi modesta opinión, uno de los mayores logros de la edición ibérica en el último decenio. La alegría crece exponencialmente si Barataria decide apostar por este autor con un libro que demuestra toda su versatilidad y visión para ilustrar un tiempo crucial con sutiles pero certeras pinceladas. Ambos sellos han publicado recientemente dos libros ejemplares que se complementan. Primavera de café nos presenta al Roth joven y periodista en su amada Viena, mientras Izquierda y derecha nos muestra al autor de La marcha Radetzky en plena ebullición berlinesa, viviendo la capital germana y analizándola despiadadamente con su pluma de gran poeta en pleno período de entreguerras, cuando la crisis, la inflación galopante y la incertidumbre perfilaron un panorama poco halagüeño que la crisis del capitalismo en 1929 encauzaría hacia una tragedia de proporciones inabarcables culminada con la segunda conflagración mundial y el holocausto. Ambos volúmenes se complementan porque unidos configuran un fresco del mundo alemán tras la debacle de 1918 y preludian crepúsculos, nostalgias y males de difícil solución.
Primavera de café: Un canto a lo excelso del periodismo
Joseph Roth llegó a la capital de Imperio Austrohúngaro en otoño de 1913 dispuesto a estudiar germanística. Su paso por la universidad tiene poco importancia, porque el todavía adolescente prefirió pasear y deleitarse con Viena, ciudad que por aquel entonces aún expresaba en su interior ese auge cultural tan sólo comparable con París, más mencionada pero menos versátil que su rival del Danubio. El súbdito del emperador, al que rendirá pleitesía hasta sus últimos días con obras como La cripta de los capuchinos, se empapa de calles, personas y monumentos, aunque también tiene tiempo para cumplir con su deber patrio antes de la hecatombe que termine con ese sueño coronado de múltiples nacionalidades, crisol centroeuropeo único que expiró tras el cese de las hostilidades en noviembre de 1918, cuando los cañones de la Primera Guerra Mundial silenciaron su fuego y toda Europa inició su lento y estruendoso suicidio. Las águilas cedieron su lugar a la República y lo que era uno se disgregó en una miríada de Estados sacudidos por mil revoluciones, y en esas, porque siempre es lo que más importa, estaban los seres humanos, con su acuciante necesidad de adaptarse y sobrevivir con trabajos que dieran dinero que llevarse al bolsillo para sobrellevar la difícil posguerra.
Roth fue contratado por el periódico Der neue Tag y escribió su primer artículo el 20 de abril de 1919, fecha en que Adolf Hitler cumplió treinta años de edad. El escritor crecía y el futuro dictador se preparaba para su extraña carrera hacia el poder. La colaboración de nuestro protagonista con el rotativo vienés duró un año, lapso de tiempo más que suficiente para completar una serie de textos que deberían servir de ejemplo para el periodismo de hoy en día por su naturalidad y genio en tratar temas de relevancia social sin caer en ese estilo funcionarial que me atormenta cada vez que abro la prensa diaria. Una cosa es informar sin caer en lo subjetivo, y otra bien distinta es limitarse a copiar el teletipo sin poner nada personal. Las páginas de Primavera de café son una invitación a investigar y sumergirse en el entramado urbano. Su editor, Helmut Peschina, ha dividido la compilación en varias partes que constituyen una larga caminata introspectiva por el estado anímico de Viena tras perder su magia y entrar en la normalidad. Roth observa y comenta cafés, parques, arte, comida y entablando conversación con sus semejantes consigue informaciones excepcionales que van desde los problemas de la cartilla de racionamiento hasta aspectos cotidianos realmente encantadores, como la desaparición de la cobradora del tranvía, una pérdida simbólica que anuncia la mecanización, que sin duda contrasta con el ejemplo de la vieja policía del Ring o las actividades del mercado negro, por no hablar de curiosidades como la mujer más anciana, las lavanderas, los huesos que emergen del pavimento, algo típico en cualquier metrópolis con imponente pasado, o personajes verdaderamente especiales, anomalías que pueblan las calles. Es en estas entrevistas donde emerge un periodismo sabio, que entiende lo sensacional desde perspectivas diametralmente opuestas a las que centran el pulso en la actualidad. La delicia del músico ciego ennoblece toda una profesión por privilegiar la riqueza del detalle y abordar lo cotidiano con su auténtica grandeza al igual que ocurre en la visita a la isla de los desdichados, ciudad ajardinada de locos por inercia de maltrato y desdén. Quien quiera periodismo complaciente no lo encontrará en las noticias de Roth, espectacular en su juvenil honestidad que evolucionará en 1923, ya afincado en Berlín, hacia una prosa más rica en matices, capaz de prescindir del elemento humano para abrazar la maestría en la descripción de lugares normalmente vetados al común de los mortales, fichas de un tablero que amenazaba con desmoronarse sin remisión que el escritor plasma con la pasión del visitante que recupera durante un instante sus raíces sentimentales.
Izquierda y derecha o la inminencia del colapso teutón
Estamos muy acostumbrados a hablar de las dos Españas, y es posible que aún falte una obra capaz de englobar lo que significa esa expresión. Somos miedos, nos falta un gen de la concreción y la valentía para descifrar nuestra historia mediante la buena literatura. En 1929, cuatro años antes del funesto ascenso de Adolf Hitler a la cancillería, Joseph Roth decidió abordar el marasmo en que se veía abocada Alemania en una novela que desde una premisa básica, sutil y muy germánica, plasmó la angustiosa situación de la República de Weimar, con su suerte echada al oportunismo y a la demencia. La trama de Izquierda y derecha, sublime testimonio de su tiempo, se centra en las peripecias de los dos hermanos Bernheim, esperanzas de una familia afortunada hasta que la inutilidad irrumpe en su seno siguiendo el aire que arrastra a todo un país hacia confines poco deseables. El clan tuvo la dicha de ganar el premio gordo de la lotería. Sus hijos crecieron envueltos en una nebulosa propicia que auguraba éxito y ascenso social. En su juventud Paul fue un genio prematuro con el defecto de tocar demasiadas teclas sin apasionarse verdaderamente por ninguna. Su fugacidad era la derrota de la constancia. De la noche a la mañana era experto en arte, estudiaba en Oxford, emprendía la carrera militar en los Dragones y aspiraba hasta las más altas cotas. El estallido de la Primera Guerra Mundial trastocó su existencia, pero aún así no cejó en su empeño. La jornada de la derrota fue noticia por ser apaleado. Confiaba en ser un símbolo, y sino siempre quedaría el banco de papá, probo progenitor con claroscuros que le conferían una fuerza ausente en sus retoños, cínicos adalides del sálvese quien pueda pegando pocos palos al agua, siendo en este sentido Theodor el rey de reyes. Su presencia es una molestia hasta en su propio hogar, si bien sirve a Roth para introducir el tema del irresistible auge nazi con sus proclamas vacías, la violencia por la violencia y una inteligencia basada en el desconocimiento y los lemas impactantes, como si Goebbels tiñera las páginas antes del ministerio de propaganda.
La trayectoria de ambos hermanos circula acompasada a la de una sociedad desconcertada que tras la rendición de Compiègne tuvo que bailar con la más fea y agarrarse a tablas de salvación poco fiables. Lo interesante de la novela es que su narrador no se limita a explicarnos los dimes y diretes de la pareja protagonista, sino que ahonda más allá ofreciendo un mosaico del estado de la cuestión en todos sus ámbitos. Aparecen artistas que revolucionan con la vanguardia, como si con el descalabro hubiesen hallado, y así fue, la piedra roseta para sacudir con un solo golpe los viejos muebles e instalar primicias, creaciones hacia Pandora para capitanear la nave sin rumbo. Por desgracia su entusiasmo fue estéril porque la situación económica, y en ese punto el libro a veces se puede leer como la crónica de nuestro propio ocaso, era un vaso desbordándose. Primero llegó el caos, luego la inflación galopante y la barra de pan a cuatro millones de marcos. La madre de Paul y Theodor guarda los billetes en una maleta, Paul le aconseja invertir en bolsa y el dinero va perdiendo todo su valor. Sin embargo, siempre hay cambios, y por todos es sabido que en estas épocas de crisis los avispados pueden amasar fortunas, y eso es lo que sucede con el personaje clave del relato, Nikolai Brandeis, que tras su paso por el Ejército Rojo decidió transformase y optó por querer ser millonario, lo que consigue con la hipocresía de amar a la clase media, con la que sólo pretende instaurar un emporio comercial de puro capitalismo. Su escalada genera rechazo entre los viejos mandamases, jerifaltes molestos por ver cómo los advenedizos ocupan su territorio, lo que en un futuro no muy lejano terminará engendrando la alianza entre los grandes empresarios y el naciente frente nacionalista con estructura paramilitar para barrer Alemania de los culpables de la humillación de Versalles, advenedizos y judíos, rémoras para los que estaban anclados en los valores hegemónicos de la tradición. Mientras eso no acaezca, Paul y Theodor serán tratados como peleles y verán la historia pasar delante de sus narices con una conciencia agridulce al ser capaces de vislumbrar su situación desde un conformismo de quien carece de atributos y prefiere la plácida mediocridad a la espera del mañana.
Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com