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Un gran piloto de la memoria
– 6 marzo,
2013 Publicado en: Destacados, La opinión, Willy
Uribe
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Fernando Clemot por Ana Portnoy.
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WILLY URIBE
Son dos las herramientas que articulan Safaris inolvidables. Una de ellas es un programa informático que permite sobrevolar el planeta a través de una pantalla. La otra también es un programa, a su modo, y se llama memoria personal.
Con el programa informático conectado, la memoria personal dispuesta – pero siempre en proceso de doma- y bien instalado ante los mandos, Fernando Clemot construye el relato mediante rumbos que llevan al pasajero o lector hacia lugares donde o bien el ser humano dejó huella de su existencia, o bien el lugar dejó huella en el ser humano. Y no importa que sean lugares remotos o cercanos, huellas patentes o efímeras, porque el viaje es satisfactorio en el conocimiento de lo humano, aunque en ocasiones duela. Además, la voz del piloto actúa como estimulante de la propia memoria del lector y activa sus recuerdos. Al menos así me sucedió a mí. He conocido muchos pilotos de aviones en mi vida, así que agradezco el que tengan buenos modos con el pasaje.
Puede que suceda, pero tengo miedo de conocer a Fernando Clemot porque esta novela me ha gustado mucho. También porque son demasiados los lugares recorridos con su programa y su memoria en los que yo he estado, incluso historias personales similares aun en pequeños aspectos, quedándome la duda de si nos perseguimos, aun no conociéndonos. Y como autor, la envidia de no saber tomarme las cosas con calma. Yo, mediando la memoria, la tiro ladera abajo y que coja breada hasta reventar. Fernando Clemot, en cambio, se toma la memoria con calma. No la zarandea, sino que reflexiona con ella. La sienta a su lado y va dejando que hable de ausencias, presencias, llegadas y partidas. La memoria es la experiencia humana, la mochila vital de los personajes de un autor y del autor mismo. Tal y como se dice en el libro, a modo de fundamento: Usar el programa para “atravesar las nieblas del tiempo”.
Ya ven, uso las metáforas para hablar de este libro. Uso aviones, rumbos, pilotos y mochilas, pero es lo adecuado. Ya el título me lo permite. Los safaris inolvidables precisan de una cartografía de calidad. Así que puedo añadir una metáfora más y afirmar que este libro es un mapa en cuya superficie se marcan en negrita un atractivo listado de lugares geográficos concretos. Desde Sumatra hasta las Azores, desde el lago Tanganika hasta el Báltico, desde Dalmacia hasta Montevideo, el libro es un hermoso tratado de geografía con un objetivo concreto, convertirse en un catalizador de la memoria. Pienso que esa era la misión de Fernando Clemot para este vuelo. En lo que a mí respecta, debo aplaudir el pilotaje.
Fernando Clemot por Ana Portnoy.
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WILLY URIBE
Son dos las herramientas que articulan Safaris inolvidables. Una de ellas es un programa informático que permite sobrevolar el planeta a través de una pantalla. La otra también es un programa, a su modo, y se llama memoria personal.
Con el programa informático conectado, la memoria personal dispuesta – pero siempre en proceso de doma- y bien instalado ante los mandos, Fernando Clemot construye el relato mediante rumbos que llevan al pasajero o lector hacia lugares donde o bien el ser humano dejó huella de su existencia, o bien el lugar dejó huella en el ser humano. Y no importa que sean lugares remotos o cercanos, huellas patentes o efímeras, porque el viaje es satisfactorio en el conocimiento de lo humano, aunque en ocasiones duela. Además, la voz del piloto actúa como estimulante de la propia memoria del lector y activa sus recuerdos. Al menos así me sucedió a mí. He conocido muchos pilotos de aviones en mi vida, así que agradezco el que tengan buenos modos con el pasaje.
Puede que suceda, pero tengo miedo de conocer a Fernando Clemot porque esta novela me ha gustado mucho. También porque son demasiados los lugares recorridos con su programa y su memoria en los que yo he estado, incluso historias personales similares aun en pequeños aspectos, quedándome la duda de si nos perseguimos, aun no conociéndonos. Y como autor, la envidia de no saber tomarme las cosas con calma. Yo, mediando la memoria, la tiro ladera abajo y que coja breada hasta reventar. Fernando Clemot, en cambio, se toma la memoria con calma. No la zarandea, sino que reflexiona con ella. La sienta a su lado y va dejando que hable de ausencias, presencias, llegadas y partidas. La memoria es la experiencia humana, la mochila vital de los personajes de un autor y del autor mismo. Tal y como se dice en el libro, a modo de fundamento: Usar el programa para “atravesar las nieblas del tiempo”.
Ya ven, uso las metáforas para hablar de este libro. Uso aviones, rumbos, pilotos y mochilas, pero es lo adecuado. Ya el título me lo permite. Los safaris inolvidables precisan de una cartografía de calidad. Así que puedo añadir una metáfora más y afirmar que este libro es un mapa en cuya superficie se marcan en negrita un atractivo listado de lugares geográficos concretos. Desde Sumatra hasta las Azores, desde el lago Tanganika hasta el Báltico, desde Dalmacia hasta Montevideo, el libro es un hermoso tratado de geografía con un objetivo concreto, convertirse en un catalizador de la memoria. Pienso que esa era la misión de Fernando Clemot para este vuelo. En lo que a mí respecta, debo aplaudir el pilotaje.
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