jueves, 21 de abril de 2011

IMÁGENES DE LA LECTURA EN LA CIGALE DE PEDRO LUIS CANO Y FERNANDO CLEMOT (11/4/2011)

Algunas imágenes de la lectura de Pedro Luis Cano y Fernando Clemot, con la ayuda de Juan Vico, en La Cigale, el pasado once de abril. Imágenes de Vanessa Cornago.





CRÍTICA SOBRE DE CRIS MONTEOLIVA SOBRE "ESTANCOS DEL CHIADO" APARECIDA EN LA BIBLIOTECA IMAGINARIA ( 20/4/11)


Quiero empezar esta reseña con un refrán tan manido como certero en su mensaje: “Nunca es tarde si la dicha es buena”. Efectivamente, mi natural desorden existencial ha hecho que lea tan tarde “Estancos del Chiado”, libro de relatos de Fernando Clemot ganador del Premio Setenil al mejor libro de Relatos en 2009. Pero no por tarde lo he disfrutado menos, amigos. Y como muestra aquí va esta reseña que espero que, aunque un poco tarde, os venga también a convencer de que éste es un libro que merece, y mucho, la pena de ser leído.


Estancos del Chiado, volumen que debe su nombre a uno de los relatos que recoge aunque la portada nos recuerde más a otro de ellos (“Un cuarenta y cinco largo”) es un libro que recoge un total de once cuentos del escritor Fernando Clemot, todos ellos premiados en alguna ocasión, como de ello deja constancia el apartado que prácticamente cierra la obra, de título “Relación de premios recibidos”. Por si esto fuera poco, y como decía antes, el conjunto que vinieron a conformar estos once cuentos resultó ganador del Premio Setenil al mejor libro de Relatos en 2009, un premio de lo más codiciado entre los cuentistas que, además, es siempre todo un signo de calidad.


Como bien nos anuncia Jordi Gol en el cuidado prólogo que le dedica a esta obra, Estancos del Chiado se divide en tres partes claramente diferenciadas: Mitologías (donde los mitos modernos de todo tipo están muy presentes en la trama del texto, aunque a veces no lleguen a ser los protagonistas de la historia), El jardín de la memoria (parte dedicada precisamente a la rememoración de hechos acontecidos en el pasado, generalmente bastante remoto) y Ocasos (donde se engloban los relatos que hablan del fin de una etapa importante para los personajes).


Aunque estas demarcaciones son bien justas, los cuentos de Clemot, cuán héroes indómitos o canallas desvergonzados, suelen cruzar las fronteras establecidas para recordarnos a cada rato la especial relevancia que toman una vez unidos en este volumen. En este sentido, lo primero que salta a la vista es la predominancia de los cuentos narrados en primera persona, pues cuando el narrador es también personaje (no obligatoriamente protagonista) la trama suele adquirir más fuerza.


Más tarde, constataremos el valor de la anécdota, ese hecho aislado y a la vez inolvidable, a la hora de trazar el argumento (como en “El principe del Vómero”, “Orgullosamente apasionado”, “Una dama sans merci”, “Un cuarenta y cinco largo”, “El verano del cortapichas”, etc).


Los fantasmas son a veces invitados, otras veces intrusos en la historia. El caso es que la mayoría de ellos son meros espectros de la memoria (como en “Bautizos de primaveras pasadas”, “Levante”, “El verano del cortapichas”),y sólo en uno de estos cuentos hallaremos un fantasma real, por así decirlo (concretamente, en el relato de título “Una dama sans merci”).


Los personajes aquí son de todo tipo, aunque llaman especialmente la atención esos tipos que en algún momento de su vida pecaron de soberbia (como en “Cazadores de ganado”), muchas veces seductores empedernidos a veces (es el caso de “Estancos del Chiado” y “Terrazas de otoño”), que finalmente acaban recibiendo lo que se merecen (estén o no ellos conformes).


Por último, y aunque podría resaltar muchos más aspectos, os diré que las atmósferas suelen ser melancólicas pero apasionadas, recordando muchas veces a la creada por el mismo autor para su novela “El golfo de los poetas”; aunque también hay espacio para la ironía (como en“Cazadores de ganado”o “Terrazas de invierno” ), y la nota divertida que hará que el lector sonría (ejemplos de ello los encontramos en “Un cuarenta y cinco largo” y “Árbol de familia”).


Estancos del Chiado, por tanto, es un libro heterogéneo en cuanto a la temática de sus relatos, pero a la vez uniforme en cuanto al inigualable estilo de su autor, Fernando Clemot, lo inolvidable de sus personajes y sus tramas, y la excelente calidad literaria de la que, sin duda, los amantes del buen cuento escrito en español sabrán disfrutar. ¿Se puede pedir más de un libro de relatos, amigos?


Efectivamente, nunca es tarde para leer un libro de cuentos, especialmente si el ejemplar es tan bueno como “Estancos del Chiado”. Aún estáis a tiempo, amigos, de descubrirlo por vosotros mismos. No dejéis que pase más tiempo si esta reseña o cualquiera de las que se han escrito sobre este volumen se han escrito os han convencido, porque, como también dice otro refrán, “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.


Cristina Monteoliva




ENLACE A LA BIBLIOTECA IMAGINARIA:


domingo, 17 de abril de 2011

MICRO Y POESÍA DE ANTONIO RUIZ CLEMOT



Van pasando los meses y sigo encontrando cosas que había escrito mi hermano Antonio. Sólo he encontrado esta vez, en mitad de una libreta, el final de un cuento en una página suelta, que transcribo, y una poesía. En la libreta pone que son de septiembre de 1988. Antonio tenía entonces veintiséis años.

POESÍA


Es vano nuestro clamor
si el héroe está dormido
amando, quizá, otras estrellas.

Casi muerto nos parece.

Sinceras, las lanzas del amanecer
atraviesan búhos y sueños,
cómo negar el fuego
si dejamos arder los cielos.


CUENTO ( sin título)

-llos páramos. Todavía podían ser felices.
Era la tercera noche que pasaban en aquel lugar, contando planetas y bautizando, nuevamente a las mismas estrellas. Habían observado que una de ellas era cada vez más grande y luminosa, pero se resistían a buscar una explicación.
–Mírala, sigue creciendo.
–Sí, como si quisiera acercarse.
–¿Sabes? Creo que un milagro sucede ahí arriba, y tan sólo nosotros podemos ver el prodigio creado. Es un milagro.
Ella lo miró en silencio durante un momento, antes de dejarle beber el Universo entero en sus labios.

miércoles, 6 de abril de 2011

PEDRO LUIS CANO Y FERNANDO CLEMOT EN LA CIGALE: LUNES, 11. 20 HORAS


El lunes 11 de abril, a las 20:00 horas Pedro Luis Cano y Fernando Clemot en La Cigale.

Els dilluns de La Cigale

Lecturas de poesía y narrativa.

Un lunes al mes, a las 20:00 h., en el café La Cigale (c/ Tordera, 50, Barcelona)


Pedro Luis Cano nació en Jaén. Hijo de emigrantes, reside desde 1964 en Santa Coloma de Gramenet. Autodidacta y fiel observador de lo que le rodea, Pedro ha ejercido diversos oficios destacando en los últimos años como productor musical y letrista. Ha publicado los siguientes libros de poemas: Viaje al estanque de los peces dorados (La Garúa, 2003), La sombra prestada (Paralelo Sur, 2007) y El carnaval de los hombres grises (Paralelo Sur, 2008). También es autor de la novela El sueño de Ángela (Paralelo Sur, 2010) y de La Miguelina (Guía de locales donde usted no entraría...) (Paralelo Sur, 2010).


Fernando Clemot nació en Barcelona en 1970. Ha obtenido una veintena de premios de relato corto entre los que se cuentan el Setenil al mejor libro de relatos publicado en España en 2009, el Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián 2006, el Premio Barcarola o el Art Nalón. Algunas narraciones del autor han sido también publicadas al quedar finalistas de los premios FUNCAS (Hucha de Oro) en los años 2004 y 2005, Julio Cortázar de La Habana, el Ciudad de Cádiz o el premio de la UNED. Ha publicado el libro de cuentos Estancos del Chiado ( Paralelo Sur Ediciones, 2009) que obtuvo el premio Setenil 2009 y la novela El golfo de los Poetas (Barataria Ediciones, 2009) También ha publicado en lengua italiana, junto a Klaus Zilles, el recopilatorio En la frontera: I migliori racconti della lettaratura chicana ( Gran Vía Edizioni: Milano, 2008) y participa en los recopilatorios Siglo XXI: los nuevos nombres del cuento español (Menoscuarto, 2010) y Tiempo Narrado (Paralelo Sur, 2010).


martes, 5 de abril de 2011

LA AGONÍA DE LAS FLORES, MICROCUENTO

LA AGONÍA DE LAS FLORES



En Angola, a unos cien kilómetros al sur de la ciudad de Saurimo, encontramos lo que parece una hoja palmeada, perfecta, con sus nervaduras marcadas, muy semejante a las que vemos en las plataneras de nuestros parques. Frente a ella, casi enfrentada, hay otra hoja más pequeña, reniforme y dicótoma, con tonos que en algunos puntos se acercan al morado; esta segunda hoja esta centrada sobre el parque nacional de Cameia. Calculo que la primera hoja tiene, desde su base a su ápice, la superficie aproximada de Italia y la segunda una extensión equivalente a la de Holanda.
Recuerdo hojas parecidas a estas, hojas de antaño; durante décadas se mantuvo la costumbre de dejar flores, ramas y hojas secas entre las páginas de un libro. Se extinguió aquella costumbre como la de llevarlas en el ojal o entre el cabello, recuerdo a mi padre llevando menta entre los dientes, eran resmas de otro tiempo, bellas pero inútiles, presa fácil en la era del pragmatismo.
Las flores y hojas en los libros fue una práctica más reciente, quizá el último estadio de utilidad de las flores, quizá por otoñal el más hermoso. Mi hermano todavía solía dejar flores entre las páginas de un libro de Torga o de Miguel Hernández, también lo recuerdo en un ejemplar que le dieron con algún periódico y que se llamaba La revolución de los claveles, también en alguno sobre la vida de Durruti; allí había flores y hojas de olivo, también alguna anotación y dibujos en los márgenes. Las flores se extinguieron al mismo compás que los ideales.
Ya no hay flores entre las páginas de los libros, ni anotaciones, ni dibujos. Nadie tatúa su nombre en un tronco o en las maderas de un banco, se prefiere escribir a la amada un mensaje de móvil que se convierte en un rótulo en un programa de madrugada.
No se deshojarán más margaritas ni nadie verá tus iniciales en la corteza de un árbol. En la pantalla, por noventa céntimos de euro, todo el mundo podrá leer tu nombre, mi amor, y lo mucho que te echo de menos.

De "Safaris inolvidables": Fernando Clemot, 2011