martes, 28 de febrero de 2012

RESEÑA SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" EN DIVERTINAJES.COM, A CARGO DE FERNANDO P.FUENTEAMOR (28/2/2012)

 

 De Fernando Clemot había leído, y releído, su magnífica novela anterior, titulada El golfo de los poetas (Barataria), que a su densidad estructural unía un manejo del lenguaje tan rico y equilibrado que la hacía fluir armoniosamente como un enorme y tranquilo rio lleno de afluentes literarios que sostenía la gratísima travesía del lector a través de todo su curso, y que se abría en un gran delta final donde poder varar la barca de una escritura presentada con un irreprochable clasicismo en la forma, pero que en su fondo contenía una modernidad y una actualidad fuera de toda duda.
Con El libro de las maravillas (Barataria), Clemot vuelve a demostrarnos su talento y su gran oficio como malabarista de palabras.
Estamos en una clínica de reposo, una especie de cementerio de elefantes, donde los pacientes esperan más o menos resignados la llegada del fin de sus vidas. Varado en esa playa final de su vida el protagonista rememora fractalmente lo que ha sido ésta ─la mayor parte del tiempo una existencia sin sentido─ articulada en torno a las mujeres que ha amado o ha creído amar.
Como no quiere cumplir este rito de pasaje de una forma pasiva,  intenta, a través de la escritura de unos cuadernos narrarnos fragmentadamente el devenir de sus días pasados ─mezclado aleatoriamente─  con su monótono discurrir diario en la clínica: sus idas y venidas,  sus contactos con los médicos, enfermeras y otros pacientes. Y es gracias a uno de esos pacientes, Bridoso, que comienza a componer su propio Libro de las Maravillas ─en el que él toma el papel de Rustichelo y los demás pacientes, el de Marco Polo─, escribiendo los relatos de retazos de vida de esos otros compañeros que esperan su entrada en el Pabellón de crisis del sanatorio. Así será capaz de realizar viajes que nunca se atrevió a hacer y a vivir, como un avatar, sus aventuras, sus amores, sus miedos, sus frustraciones. Pero mejor dejemos que él mismo nos lo explique: “Mi necesidad de completar con las vivencias de otros, con sus viajes y pequeñas o grandes aventuras, lo que consideraba una vida pobre, una existencia insulsa… consideraba que había llevado una vida de cobarde…”
Clemot le da la oportunidad al protagonista de rescatar de las mareas de la memoria, propia y ajena, aquellos materiales arrancados del fondo sedimentado de sus vidas para componer un metafórico mapa de la existencia, que le ayude a sacudir la melancolía de esos días vividos en la fría y solitaria antesala de la muerte y que le obligue a filosofar sobre los frágiles y untuosos  andamiajes de la memoria. No hay futuro cuando se está frente a la muerte, así que mejor rememorar el pasado.
Escrito con toda la densidad alegórica y el tempo preciso que caracteriza toda su obra anterior el Libro de las Maravillas es una muestra incontestable del extraordinario talento de Fernando Clemot.

miércoles, 22 de febrero de 2012

RESEÑA SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" EN LA BIBLIOTECA IMAGINARIA, A CARGO DE CRISTINA MONTEOLIVA (20/2/2012)


 Nuestros días contados, aunque la mayoría tenemos la suerte de no saber cuántos de esos días nos quedan antes de cruzar el umbral de la muerte. Eso nos hace vivir centrando nuestras energías en problemas con los que nos vamos topando día a día. Pero los otros, los que sí son conscientes de lo poco que les queda en este mundo, ¿cómo son capaces de asumirlo? ¿Con qué ánimo se levantan cada mañana para afrontar una jornada que podría ser la última? De esto y mucho más va “El libro de las maravillas”, la novela de Fernando Clemot de la que hoy hablamos.
El señor C., un hombre tímido, de pocos amigos pero muchas relaciones amorosas frustradas, afronta sus últimos días de vida recluido en la Clínica Dantas, un curioso hospital situado en algún lugar indeterminado de Portugal donde solo hay enfermos de un mismo mal terminal (el cuál desconocemos). C. siente que necesita algo que le impulse a seguir viviendo estos últimos días, y no se le ocurre nada mejor que llevar al papel todas las historias de viajes (físicos y vitales) de sus compañeros más queridos. Éste será su libro de las maravillas, aunque a veces lo maravilloso puede tornarse en todo lo contrario, y la paz que el señor C. busca no estar en realidad a su alcance.

Marco Polo fue un personaje sin igual en la historia, un aventurero rodeado de cierto halo de romanticismo que no parecía conocer límites. Sus numerosos viajes quedaron recogidos en “El libro de las maravillas”, también llamado “Los viajes de Marco Polo” y “El libro del millón”. Este volumen fue escrito por Rustichello, el compañero de celda de Marco Polo en Génova. Probablemente los días se les hicieron así más llevaderos tanto al que contaba, Marco Polo, como al que escribía, Rustichello. ¿Por qué no pensar que del intentar hacer lo mismo siglos más tarde puede resultar algo igualmente provechoso y entretenido?

El señor C., el protagonista y narrador principal de esta novela, también está en una cárcel. La condena es a muerte, y no hay manera de escapar. Los días pueden llegar a ser muy largos en estas condiciones, de ahí que un hombre deba buscar algo con lo que distraerse. Escribir un nuevo libro de las maravillas, por ejemplo. Será éste un libro lleno de viajes físicos y espirituales, los mejores de sus compañeros de prisión y condena. Pero, ¿es el resultado el esperado? Probablemente, no, pues la gente, cuando se acerca la muerte, piensa más en las experiencias más dolorosas y en todos los grandes pecados cometidos, que en los momentos felices. El escritor se torna entonces confesor. De él depende que sus compañeros consigan la paz espiritual tan necesaria para cruzar al lado de la muerte.

No solo los otros, sin embargo, tienen mucho de lo que arrepentirse cuando les queda tan poco por vivir. Tal vez en realidad por eso C. quiera escribir sobre los demás. Al fin y al cabo, mientras escucha las conmovedoras, y a veces también desgarradoras, historias de sus compañeros, y se centra en tomar notas, no piensa en Lynn, Jenny, Clara, Gina o Vera. Ellas han sido las mujeres de su vida, pero con ninguna fue capaz de mantener una relación duradera. Los recuerdos son demasiado dolorosos, también el arrepentimiento. Imposible dar vuelta atrás, sin embargo. ¿Podría acaso C. exorcizar sus fantasmas si los nombrara en voz alta?

“El libro de las maravillas”, en definitiva, es una novela que ahonda en la naturaleza del ser humano, más concretamente en la de su alma. Queda claro, después de la lectura de las múltiples vivencias aquí reflejadas (tan ficticias como reales) que el ser humano al final de su vida tiene mucho por lo que alegrarse, aunque también un buen número de asuntos pendientes por resolver. Son esos asuntos los que pueden hacer que los últimos días de vida de aquellos que saben que la muerte está cerca sea un martirio o todo lo contrario. Quizá esto sea lo maravilloso de este libro. O quizá sea otra cosa. Te invito a que encuentres tus propias respuestas conforme vayas leyendo “El libro de las maravillas”. ¿Aceptas mi propuesta?
Aceptar la propia muerte es difícil, más aún cuando ésta está cerca. Se hace necesario hacer recuento de lo que ha sido la vida para el que se va, también encontrar un sentido para esos últimos días. Aprende ahora esto y mucho más con “El libro de las maravillas”, un libro que sin duda no te dejará indiferente.

Cristina Monteoliva

lunes, 20 de febrero de 2012

RESEÑA SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" EN EL LIBREPENSADOR, A CARGO DE GUILLERMO ARRONIZ (17/2/2012)

 El libro de las maravillas, de Fernando Clemot



Si te acercabas a don Antonio, olía a harina y fogón, y sudaba a todas horas, jadeaba, abría y cerraba el horno a trompicones. Te imaginabas su cuerpo cubierto de diminutas bolitas, mezcla de harina y de sebo”.
 Página 29.

Para quien ha vivido tan poco como yo cualquier pequeño cambio se convierte en un hecho importante”.
 Página 60.

Desde mi rincón de la biblioteca pude reconocer un mundo que se me ocultaba a la vista: las Antillas, los lagos áridos de Mongolia y China, Tombuctú y el Teneré, Macao y los viajes de Serpa Pinto, Scott y Amundsen, Burke y Wills. Plantaciones de adormidera en Afganistán y plagas que oscurecían el cielo, bosques y barrancos, los glaciares del Canadá y los volcanes de la península Antártica”.
Página 66.

Es un inmenso placer ver que un buen libro no es resultado  de unas circunstancias excepcionales, sino fruto del talento y del trabajo de un autor que es capaz de volver a repetir su impronta con genialidad en el siguiente. Cuando leí El golfo de los poetas no había oído hablar del escritor Fernando Clemot. El libro me dejó huella y temía que esta novela que caía en mis manos no estuviese a la altura de mi recuerdo. Pero lo está. Y no es precisamente porque lo que contenga sean historias “maravillosas” en tanto que amables, dulces o alegres. Definitivamente no. Este libro de las maravillas, en clara alusión a Marco Polo y sus viajes nos relata varios momentos especiales de personajes que, curiosamente, no son el protagonista, cuya vida se nos escapa entre los dedos, incapaces de asirla más allá de los nombres de sus parejas y los motivos por los que las relaciones se agotaron. El protagonista, curiosamente Sr. C., no tiene historia, él mismo está amargado por haber llegado a su final -tiene una enfermedad terminal- sin una historia digna que contar, sin un “viaje” de importancia. Por eso se transforma de alguna forma en Rustichello de Pisa para escribir y vivir las vidas y los periplos de otros que, además, se encuentran en su misma situación desahuciada, participando así, en alguna medida en ellos, formando parte de lo que nunca pudo hacer, porque quien escucha para luego narrar transforma, subjetiviza y por lo tanto entra en la historia misma.

El valor de Clemot no es poco porque el libro no se identifica por una gran historia de amor entre dos jóvenes, ni por una persecución policíaca, ni por una aventura de búsqueda arqueológica. No hay aquí señuelos sobre los templarios, ni sobre Titanics que se hunden. Las historias que se nos narran son tremendamente humanas, y suenan, por su verosimilitud a hechos reales narrados por amigos y familiares. Todas con un punto de desgarro, dos de ellas con un frío terrible en el que se desenvuelven y las tres con una presencia de la muerte.
La muerte ronda el libro con su elegante figura y su guadaña ensangrentada o lista para ensangrentarse. Bajo todo anciano o adulto hay una gran realidad, un momento de terror y límite que se nos cuenta para dar muestra de su compleja humanidad.

Es cierto que hay, también como telón de fondo, una historia “policíaca” que, por momentos, me recordaba a Los renglones torcidos de Dios por las dudas que planteaba, más a cada paso que se daba, aunque guardando más silencios sobre el estado de coherencia o salud mental en quien la cuenta.

Al elegir como protagonistas a personas cercanas a la muerte, con una vida detrás de ellos, vuelve el autor a escapar a la imperante juventud que todo lo desborda. Los protagonistas fueron jóvenes, vivieron grandes experiencias, pero hoy no lo son, y  es su mirada a través de los años la que matiza y sirve de cristal que corrige la vista. Es decir, es su forma de comprender lo que los pasó muchos años atrás lo que resulta tan interesante como los hechos en sí. La violencia de la naturaleza, en el hombre y fuera de él, protagonizan las tres grandes historias que se nos cuentan. Cuando el frío, la ira, la lluvia, se desbordan, ponen a prueba la naturaleza del hombre (entendido, por supuesto, en sentido neutro hombre y mujer, por si es preciso matizarlo).

Por último hablaremos del protagonista. Un hombre que no ha estado cerca de un suceso desbordado antes. Sí alguna tormenta de granizo, sí una llegada dramática a las urgencias de un hospital… pero no una realidad que le haya cambiado la vida, que haya supuesto un antes y un después, y no ligada a un viaje. Es curioso que el protagonista, este Sr. C. esté tan obsesionado con el viaje como experiencia de catarsis. Por eso se convierte en Rustichello, en el hombre que relata los “viajes” de los demás; por eso llena su cuarto de guías y mapas. Pero también porque es el eterno cobarde incapaz de tomar decisiones, de ir hacia adelante y protagonizar su propia historia. Porque su naturaleza no es vivirlas, sino contarlas. Y cuando quiere cambiar su naturaleza, ésta ha llegado a su fin, ha cumplido su destino. ¿Qué maravillas quiso ver y nunca vio? ¿Qué habría sido de su vida más allá de una sucesión de tres historias –o cuatro- sentimentales y unas  discusiones maritales? Incluso al final se siente necesitado en gran medida de que le acompañen en ese último viaje que quiere hacer, y le cuesta aceptar que debería hacerlo solo.

Remarcables las reflexiones sobre la memoria y sus mecanismos. (“Me cuesta levantar el velo de las aguas del recuerdo” Página  118;  “El recuerdo tiene la energía de Aquiles, salta de una imagen a otra impelido por un motor inaudito […] En la agilidad del recuerdo hay algo de fábula, salta la memoria con botas de siete leguas por encima de cualquier obstáculo, no las detiene ni el viento, sólo buscan la luz de algún recuerdo encendido […]” Página 146; “El hombre no puede aspirar a ser inmortal porque lo acabaría matando el peso de sus recuerdos, nos convertiríamos en seres hieráticos o abatidos […] Página 157).

El libro de las maravillas es una novela –o conjunto coherente de historias muy cohesionadas- triste. Muy triste. Pero real. Verosímil. Tan creíble como emotiva aunque sin sentimentalismos baratos. Su protagonista nos avisa con su propia ausencia de historia que, salvo que queramos ser Rustichellos, deberemos vivir, VIVIR con mayúsculas, tomar nuestras decisiones, echar a correr y tener nuestra propia catarsis. Que nadie nos la cuente… salvo Fernando Clemot.

viernes, 17 de febrero de 2012

BASES DEL PREMIO ENERGHEIA ESPAÑA 2012

Premio Energheia Europa
Energheia, asociación cultural de Matera (Italia), bajo el patrociniode la Región Basilicata anuncia las bases para España del concurso literario “Premio Energheia Europa – Edición 2012 en su XVIII edición.
 
BASES
1-) Para escritores, entre 18 a 35 años de edad, de cualquier nacionalidad, residentes en España que tomarán parte en el concurso con sólo un cuento inédito, escrito en español, sobre un tema libremente elegido, con no más de siete páginas (25 líneas por página).
2-) La fecha límite para el envío es el 30 de mayo de 2012. El relato debe ser enviado con dos copias escritas a máquina o en formato Microsoft Word, no firmado. En el sobre también irá una plica que contendrá el nombre del autor, documento nacional de identidad, edad y dirección (número de teléfono y
correo electrónico) a la siguiente dirección:
Laboratorio de Escritura
c / Escorial 11, 6 º
08024 Barcelona (España)
Referencia: Para el Premio Energheia 2012
 
3-) Un comité, designado por los organizadores de la competición, va a leer y evaluar los relatos con el fin de señalar los cinco finalistas que se presentarán en la fase final en Italia para la valoración final.
4-) El Jurado declarará el ganador del concurso. El autor galardonado con el primer premio tendrá gastos de billete de avión y alojamiento pagados, para participar en la ceremonia de entrega de los premios Energheia que se llevará a cabo en Matera (Italia), en el mes de septiembre de 2012.
5-) Los organizadores del concurso tendrán el derecho a publicar y reproducir los cuentos ganadores (incluyendo los finalistas), en el idioma original y en una traducción en las lenguas propias del concurso.
6-) Depende de los organizadores del concurso la decisión de incluir algún detalle o punto que no aparezca especificado en el presente reglamento.
7-) Cualquier información respecto a la presente convocatoria se puede obtener en la siguiente dirección en España:
energheia@laboratoriodeescritura.com
 
El coordinador en España para “Premio Energheia Europa – Edición 2012 es el escritor Fernando Clemot
 
En Italia:
Associazione Culturale Energheia
Via dei Bizantini, 13-75100 Matera (Italia)
E-mail: http:// energheia@energheia.org
http://www.energheia.org/

martes, 14 de febrero de 2012

NOVELAS Y NOVELISTAS ESPAÑOLES PARA EL SIGLO XXI, DE FERNANDO VALLS, EN LA NAVE DE LOS LOCOS (13/2/2012)

 
 
Si entendemos por novela actual la que ha surgido en lo que llevamos de siglo XXI, aun a riesgo de caer en la simplificación, tiene uno la tentación de dividirla en dos grupos. El primero, meramente anecdótico, estaría formado por aquellos narradores que hacen ostentación de cultivar lo que Ignacio Ramonet ha denominado “las tendencias mediáticas actuales”, caracterizadas por la “urgencia, brevedad, simplicidad, frivolidad, espectacularidad, inmediatez, superficialidad” (Vid. la entrevista de Ramón Chao, ABC cultural, 18 de junio del 2011). Desde que aparecieron en público como grupo se erigieron en los únicos representantes de la literatura actual, despreciando a todos los demás escritores, por considerarlos practicantes de una estética periclitada. Algunos de estos autores  han blasonado, además, de no leer literatura, y todos ellos han acabado escribiendo relatos más o menos convencionales, carentes de autenticidad y emoción. No merece la pena perder demasiado el tiempo en ellos. Vila-Matas los ha descrito a la perfección: “Viendo que entre nosotros se va poniendo de moda el engaño, el fraude artístico –el homenaje hispano tardío a Fake, de Orson Welles, por ejemplo-, la poética ya trillada de lo heterónimo, el remake que traiciona el espíritu de lo imitado [se refiere a El hacedor (de Borges). Remake, de Agustín Fernández Mallo], lo cibernético como ilusoria acreditación de modernidad, todos los tópicos de una posmodernidad que llega a nosotros tan tarde […], uno termina por decidir que lo mejor será permanecer en lo auténtico que tiene todo camino propio” (Vid. "El brillo de lo auténtico (Joseph Roth)", El País. Babelia, 26 de marzo del 2011, p. 14).    ....
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El segundo grupo, en cambio, me parece mucho más significativo y valioso, pues incluiría a unos cuantos nombres que parecen llamados (algunos de ellos, al menos) a ser los protagonistas de la narrativa de las próximas décadas, junto a otros nuevos que vayan surgiendo en el futuro. Pienso en autores como (cito alguna de sus novelas más significativas y, a veces, la única que han publicado hasta ahora): Eduardo Lago (Llámame Brooklyn, 2006. Premio de la Crítica), Isaac Rosa (El vano ayer, 2005. Premio Rómulo Gallegos), Ricardo Menéndez Salmón (La ofensa, 2007), Berta Vias Mahou (Venían a buscarlo a él, 2010. Premio Dulce Chacón), Cristina Grande (Naturaleza infiel, 2008), Esther García Llovet (Las crudas, 2009), Julián Rodríguez (Ninguna necesidad, 2006), Elvira Navarro (La ciudad feliz, 2009), David Trueba (Saber perder, 2008. Premio de la Crítica), Óscar Esquivias (Inquietud en el Paraíso, 2005), Jon Bilbao (Padres, hijos y primates, 2011), Fernando Clemot (El golfo de los poetas, 2009), Pilar Adón (Las hijas de Sara, 2007), Ignacio Ferrando (Un centímetro de mar, 2011), Patricio Pron (El comienzo de la primavera, 2008) y Andrés Neuman (El viajero del siglo, 2009. Premio de la Crítica), incluyendo también a los hispanoamericanos más destacados que residen habitualmente en España. La mayoría de ellos han logrado ya el reconocimiento de los mejores críticos.
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Lo que sí sabemos es que nos ha tocado vivir una etapa acelerada de la Historia, dentro de una sociedad extremadamente compleja y muy distinta de la que conocíamos hasta ahora, no sólo con más contrastes sino también más plural, en la cual es fácil carecer de certezas y a veces sentirnos abrumados por las perplejidades. El mundo, o al menos una parte significativa de él, parece estar a nuestro alcance. Pero los retos actuales del novelista creo que siguen siendo los mismos de siempre: armar una historia para mostrarnos, con avidez lingüística, una estructura adecuada y complejidad argumental, algunos de los muchos problemas que acucian a los ciudadanos. 
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Si es cierto que nos hallamos ante una realidad nueva, y se está produciendo un cambio de paradigma, sería deseable que los complejos avatares históricos actuales, junto con los problemas sociales y del individuo, le proporcionaran al escritor materia suficiente de la que alimentarse y con la que poder contar el mundo desapacible que vivimos, además de hacerlo en toda su singularidad. A menos que todavía sigamos creyendo en el poder de la ficción, de la literatura, para sopesar y cuestionar los problemas de un país, un sujeto o un grupo social, incluso del conjunto de la población.
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Me parece que nunca antes, en las últimas décadas, había sido tan necesaria y acuciante la gestación de una literatura crítica, clarificadora, sobre la realidad que estamos viviendo. La presente crisis se presenta como una excelente oportunidad para soltar lastre definitivamente, aquella banalidad que dio comienzo en los sesenta, con el arte pop, igualando los productos de supermercado con la cultura exigente y compleja; y reduciendo al cabo las artes, la literatura, a un mero entretenimiento o diversión trivial, a otro producto manufacturado más, a partir de lo cual todo resultaba ya lo mismo, igualándose siempre por abajo, dado que cualquier actividad podía explicarse y justificarse como cultura. Pero también debería ser el momento de olvidar para siempre aquellos estudios literarios en los que ya no había obras sino textos, me refiero a la ficción, que no significaban “nada”, o podrían significar “cualquier cosa”, a la manera deconstruccionista. 
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No resulta fácil trazar los rasgos que caracterizan las novelas citadas, pues recorren todo el amplísimo espectro del realismo contemporáneo, desde el minimalismo a lo fabulístico, pasando por el simbolismo o el expresionismo, cercano a veces a las peculiaridades y motivos de la narrativa fantástica, lo que me consta que no es precisar demasiado. En cualquier caso, sí los asemeja una actitud ambiciosa frente a la escritura, algo que hoy es necesario resaltar, dado que cada vez resulta menos frecuente, y el interés por la novela norteamericana, inglesa y centroeuropea, pero sobre todo por W. G. Sebald, J. M. Coetzee, Cormac MacCarthy y David Foster Wallace, además de un cierto y discreto desinterés –no unánime, por fortuna- por los novelistas actuales en castellano, quizá con la excepción de Roberto Bolaño, Ricardo Piglia y Enrique Vila-Matas, lo que me resulta difícil de comprender. En fin. 
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El arranque de la trayectoria de estos nuevos narradores está resultando esperanzador, quizá pecan, si acaso, de un exceso de trascendencia, por lo que no estaría mal que echaran mano en mayor medida del humor bien dosificado, al tiempo que se percibe en sus obras una cierta evolución hacia la simplicidad, habiendo dejado por el camino, recursos y trucos efectistas innecesarios, todo lo que había en su prosa de exhibicionismo artificioso. Pero habrá que dejar pasar el tiempo, una década, al menos, para saber cuántos de ellos seguirán manteniendo un apetito semejante, y logren darnos alguna novela realmente valiosa.
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* Este artículo ha aparecido publicado en la revista La página, 95-96, 2011, pp. 231-234, en un monográfico dedicado a la "Nueva novela española", coordinado por Santos Sanz Villanueva y con la colaboración de numerosos escritores y críticos. En las fotos aparecen Eduardo Lago, Isaac Rosa, Berta Vias Mahou, Andrés Neuman, Elvira Navarro y Julián Rodríguez. 

RESEÑA SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" EN EL BLOG "FUERA DE LUGAR", DE RICARDO REQUES (10/2/2012)


http://ricardoreques.blogspot.com/2012/02/el-libro-de-las-maravillas-de-fernando.html

RESEÑA DE ELENA CASERO SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" APARECIDA EN "AD LIBITUM" (12/2/2012)


TEXTO ORIGINAL EN 
El primer libro que leí de Fernando Clemot fue “El golfo de los poetas”. Y tanto me gustó su forma de narrar que he seguido con este último “El libro de las maravillas”.

No he podido conseguir aún el que, creo, su primera publicación “Estancos del Chiado” con el que se alzó con el Setenil al mejor libro de relatos en 2009. Después he tenido el placer de leer relatos suyos en diversas publicaciones, el anterior a “El libro de las maravillas” fue Mi madre es un pez.
La base principal de “El libro de las maravillas” de igual título que aquel dictado por Marco Polo a Rustichello en el tiempo que ambos estuvieron encarcelados durante la guerra entre Venecia y Génova, es en palabras de su protagonista: 

“… mi necesidad de completar con las vivencias de otros, con sus viajes y pequeñas o grandes aventuras, lo que consideraba una vida pobre, una existencia insulsa… consideraba que había llevado una vida de cobarde, le hablé entonces de Rustichello en la cárcel de Génova, en lo que debió de sentir aquel hombre al escuchar las aventuras del gran viajero. Necesitaba revivir, por poco que fuera …”

La acción de esta novela transcurre en una clínica de reposo o de reposo final, más bien, donde todos los pacientes han ingresado con la seguridad de que no van a salir de ella. Los imágenes de la vida del protagonista — el señor C — se centran básicamente en el recuerdo, muchas veces amargo, y con tintes de arrepentimiento, de todas las mujeres que han configurado su vida. 
Los recuerdos se mezclan de una manera aleatoria, con las vicisitudes de su estancia en la clínica, con la monotonía de lo cotidiano — las visitas del médico, la temperatura — con un relato de intriga del misterioso Doctor Keita, un extraño personaje de quien el señor C desconfía, con la desaparición del doctor Andrade y las narraciones que, gracias a su amigo Bridoso, le van contando los otros enfermos para, de esa manera, componer su propio libro de las maravillas.

Fernando Clemot concentra toda la novela entre los días 17 y el 22, con toda su intensidad, con un lenguaje preciso y precioso, pausado y tremendamente rico que te hace disfrutar de cada uno de los párrafos, demostrando que es un gran narrador. Uno de los mejores de la actualidad.

El libro de las maravillas
Fernando Clemot
Barataria

martes, 7 de febrero de 2012

RESEÑA DE ALBERT LLADÓ SOBRE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" APARECIDA EN LA VANGUARDIA DIGITAL (7/2/2012)

 ¿Ser Marco Polo o Rustichello?

Fernando Clemot indaga en la memoria como artificio literario en su nueva novela, 'El libro de las maravillas'

Libros | 07/02/2012 - 11:44h

Fernando Clemot sorprendió al mundo literario al ganar en 2009 el Premio Setenil - al mejor libro de relatos publicado - con Estancos del Chiado (Paralelo Sur Ediciones). Y lo hizo pasando por delante de nombres ya consagrados, apoyados por grandes editoriales y con una importante maquinaria de promoción detrás.
Pero si Clemot no era conocido en los grandes medios sí que lo era en el mundo literario. Su prosa se había llevado ya decenas de reconocimientos y, el mismo año, publicó la novela El golfo de los Poetas (Barataria), en la que sigue indagando en una de sus obsesiones: la memoria como artefacto de ficción.
Ahora, de nuevo con Barataria, ha construido lo que se articula como una segunda parte de aquella novela. La ha titulado El libro de las maravillas, como el célebre libro de Marco Polo, que el incesante viajero dictó a su compañero de celda en Génova, Rustichello.
La literatura de Clemot es la literatura del balance, de un yo lírico que intenta componer el puzzle perdido del pasado. El protagonista de su "libro de las maravillas", al final de sus días, transita de la aburrida vida en una biblioteca al retiro a una clínica, un sanatorio donde espera la muerte. Pero no lo va a hacer de una forma pasiva, sino escuchando, viajando desde la escritura de un cuaderno de notas que va llenando al igual que Rustichello filtraba e interpretaba las aventuras de Marco Polo.
De esa necesidad de respirar vidas no vividas nace la literatura de Clemot, pero también la del narrador. Observar como acción pura, escribir como dibujante de rutas y mapas, resistir para deshacerse de la monotonía de los días y las pérdidas.
En esta nueva novela de Clemot se reproduce el memento mori latino. Es el moribundo quien mejor sabe de la fugacidad y, por lo tanto, quien afronta el pasado con la determinación de cambiar el presente en la medida de lo posible. No hay futuro, y la mirada tan sólo puede realizarse hacia atrás. La melancolía, en este caso, es un arma de doble filo.
El lenguaje de El libro de las maravillas es altamente metafórico y lo fractal va cobrando presencia, explicando la naturaleza exterior e interior a la vez: "podemos hablar de la garganta de un hombre, de la garganta de un río, de una que discurre por una apretada garganta; hay lenguas de carne, de lava, de hielo, de arena; las montañas tienen espalda y hombros; los desfiladeros son cuellos labrados en la roca...".
Escrito en forma de diario, quien nos explica la historia se pone límites espacio-temporales, paradójicamente, para no preocuparse de ellos, para liberarse de la forma y concentrarse en los "recuerdos-faro" con los que recobrar imágenes perdidas en las grutas del recuerdo: "Olas y memoria vienen de lejos, ambas nacen de un impreciso movimiento mar adentro y traen con ellas sedimentos y algas, metralla del fondo que arranca el mar en su combate".
Decía Apollinaire que "la memoria son cuernos de caza que mueren en el viento" y el narrador sabe que únicamente el dolor puede esquivarse desde dos estrategias: "el vicio o la rutina". Así, la necesitad de escribir, de dejar testimonio de existencia y muerte, es un ejercicio de rebeldía.
Como en toda obra de Clemot, la mujer es relato de vida. Por El libro de las maravillas van dejando huella Gina, Ángela, Lynn, Vera o Clara. Son una puerta abierta, una excusa, una invitación a la libertad. Una última oportunidad. Bridoso, su alter ego, le enseña el desenlace y el narrador opta por ser, a la vez, Marco Polo y Rustichello, el que viaja y el que escribe el viaje. Que es la misma cosa. Y la contraria.

lunes, 6 de febrero de 2012

RESEÑA DE "EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS" EN LA NUEVA ESPAÑA (por Eugenio Fuentes: La Brújula, 2/2/2012)

Cultura SUPLEMENTO DE LA NUEVA ESPAÑA NÚMERO 952
Jueves, 2 de febrero de 2012

La brújula
EUGENIO FUENTES
El libro de las maravillas
Fernando Clemot
Barataria
286 páginas
18,50 euros

Letras de alto gramaje

El barcelonés Fernando Clemot (1970) practica en El libro de las maravillas una escritura que, por desgracia, escasea: la que se sirve del dominio de las palabras para liberarlas, lanzarlas a explorar, recogerlas y seguir construyendo la historia mediante una estructura espiroidea que, con un pie en la memoria, avanza y retrocede sin pisarse las huellas. Si los procedimientos de Clemot descarrilasen, parirían un galimatías. Pero no. Se resuelven limpiamente en una historia con muchos pies y mucha cabeza. La de un hombre que, intuyendo el final, se recluye en una casa de reposo para, a través de las vidas que fueron de otros, intentar dar un sentido final a la suya propia, que juzga irrelevante. Pura literatura.

miércoles, 1 de febrero de 2012

CUESTIONARIO PROUST PARA SIGUELEYENDO

He contestado el cuestionario Proust para los amigos de la editorial Sigueleyendo. Muchas gracias a Cristina Fallarás y a Txiqui, espero que pronto podamos seguir dando noticias.

Enlace al cuestionario Proust de Fernando Clemot