martes, 14 de febrero de 2012

NOVELAS Y NOVELISTAS ESPAÑOLES PARA EL SIGLO XXI, DE FERNANDO VALLS, EN LA NAVE DE LOS LOCOS (13/2/2012)

 
 
Si entendemos por novela actual la que ha surgido en lo que llevamos de siglo XXI, aun a riesgo de caer en la simplificación, tiene uno la tentación de dividirla en dos grupos. El primero, meramente anecdótico, estaría formado por aquellos narradores que hacen ostentación de cultivar lo que Ignacio Ramonet ha denominado “las tendencias mediáticas actuales”, caracterizadas por la “urgencia, brevedad, simplicidad, frivolidad, espectacularidad, inmediatez, superficialidad” (Vid. la entrevista de Ramón Chao, ABC cultural, 18 de junio del 2011). Desde que aparecieron en público como grupo se erigieron en los únicos representantes de la literatura actual, despreciando a todos los demás escritores, por considerarlos practicantes de una estética periclitada. Algunos de estos autores  han blasonado, además, de no leer literatura, y todos ellos han acabado escribiendo relatos más o menos convencionales, carentes de autenticidad y emoción. No merece la pena perder demasiado el tiempo en ellos. Vila-Matas los ha descrito a la perfección: “Viendo que entre nosotros se va poniendo de moda el engaño, el fraude artístico –el homenaje hispano tardío a Fake, de Orson Welles, por ejemplo-, la poética ya trillada de lo heterónimo, el remake que traiciona el espíritu de lo imitado [se refiere a El hacedor (de Borges). Remake, de Agustín Fernández Mallo], lo cibernético como ilusoria acreditación de modernidad, todos los tópicos de una posmodernidad que llega a nosotros tan tarde […], uno termina por decidir que lo mejor será permanecer en lo auténtico que tiene todo camino propio” (Vid. "El brillo de lo auténtico (Joseph Roth)", El País. Babelia, 26 de marzo del 2011, p. 14).    ....
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El segundo grupo, en cambio, me parece mucho más significativo y valioso, pues incluiría a unos cuantos nombres que parecen llamados (algunos de ellos, al menos) a ser los protagonistas de la narrativa de las próximas décadas, junto a otros nuevos que vayan surgiendo en el futuro. Pienso en autores como (cito alguna de sus novelas más significativas y, a veces, la única que han publicado hasta ahora): Eduardo Lago (Llámame Brooklyn, 2006. Premio de la Crítica), Isaac Rosa (El vano ayer, 2005. Premio Rómulo Gallegos), Ricardo Menéndez Salmón (La ofensa, 2007), Berta Vias Mahou (Venían a buscarlo a él, 2010. Premio Dulce Chacón), Cristina Grande (Naturaleza infiel, 2008), Esther García Llovet (Las crudas, 2009), Julián Rodríguez (Ninguna necesidad, 2006), Elvira Navarro (La ciudad feliz, 2009), David Trueba (Saber perder, 2008. Premio de la Crítica), Óscar Esquivias (Inquietud en el Paraíso, 2005), Jon Bilbao (Padres, hijos y primates, 2011), Fernando Clemot (El golfo de los poetas, 2009), Pilar Adón (Las hijas de Sara, 2007), Ignacio Ferrando (Un centímetro de mar, 2011), Patricio Pron (El comienzo de la primavera, 2008) y Andrés Neuman (El viajero del siglo, 2009. Premio de la Crítica), incluyendo también a los hispanoamericanos más destacados que residen habitualmente en España. La mayoría de ellos han logrado ya el reconocimiento de los mejores críticos.
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Lo que sí sabemos es que nos ha tocado vivir una etapa acelerada de la Historia, dentro de una sociedad extremadamente compleja y muy distinta de la que conocíamos hasta ahora, no sólo con más contrastes sino también más plural, en la cual es fácil carecer de certezas y a veces sentirnos abrumados por las perplejidades. El mundo, o al menos una parte significativa de él, parece estar a nuestro alcance. Pero los retos actuales del novelista creo que siguen siendo los mismos de siempre: armar una historia para mostrarnos, con avidez lingüística, una estructura adecuada y complejidad argumental, algunos de los muchos problemas que acucian a los ciudadanos. 
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Si es cierto que nos hallamos ante una realidad nueva, y se está produciendo un cambio de paradigma, sería deseable que los complejos avatares históricos actuales, junto con los problemas sociales y del individuo, le proporcionaran al escritor materia suficiente de la que alimentarse y con la que poder contar el mundo desapacible que vivimos, además de hacerlo en toda su singularidad. A menos que todavía sigamos creyendo en el poder de la ficción, de la literatura, para sopesar y cuestionar los problemas de un país, un sujeto o un grupo social, incluso del conjunto de la población.
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Me parece que nunca antes, en las últimas décadas, había sido tan necesaria y acuciante la gestación de una literatura crítica, clarificadora, sobre la realidad que estamos viviendo. La presente crisis se presenta como una excelente oportunidad para soltar lastre definitivamente, aquella banalidad que dio comienzo en los sesenta, con el arte pop, igualando los productos de supermercado con la cultura exigente y compleja; y reduciendo al cabo las artes, la literatura, a un mero entretenimiento o diversión trivial, a otro producto manufacturado más, a partir de lo cual todo resultaba ya lo mismo, igualándose siempre por abajo, dado que cualquier actividad podía explicarse y justificarse como cultura. Pero también debería ser el momento de olvidar para siempre aquellos estudios literarios en los que ya no había obras sino textos, me refiero a la ficción, que no significaban “nada”, o podrían significar “cualquier cosa”, a la manera deconstruccionista. 
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No resulta fácil trazar los rasgos que caracterizan las novelas citadas, pues recorren todo el amplísimo espectro del realismo contemporáneo, desde el minimalismo a lo fabulístico, pasando por el simbolismo o el expresionismo, cercano a veces a las peculiaridades y motivos de la narrativa fantástica, lo que me consta que no es precisar demasiado. En cualquier caso, sí los asemeja una actitud ambiciosa frente a la escritura, algo que hoy es necesario resaltar, dado que cada vez resulta menos frecuente, y el interés por la novela norteamericana, inglesa y centroeuropea, pero sobre todo por W. G. Sebald, J. M. Coetzee, Cormac MacCarthy y David Foster Wallace, además de un cierto y discreto desinterés –no unánime, por fortuna- por los novelistas actuales en castellano, quizá con la excepción de Roberto Bolaño, Ricardo Piglia y Enrique Vila-Matas, lo que me resulta difícil de comprender. En fin. 
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El arranque de la trayectoria de estos nuevos narradores está resultando esperanzador, quizá pecan, si acaso, de un exceso de trascendencia, por lo que no estaría mal que echaran mano en mayor medida del humor bien dosificado, al tiempo que se percibe en sus obras una cierta evolución hacia la simplicidad, habiendo dejado por el camino, recursos y trucos efectistas innecesarios, todo lo que había en su prosa de exhibicionismo artificioso. Pero habrá que dejar pasar el tiempo, una década, al menos, para saber cuántos de ellos seguirán manteniendo un apetito semejante, y logren darnos alguna novela realmente valiosa.
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* Este artículo ha aparecido publicado en la revista La página, 95-96, 2011, pp. 231-234, en un monográfico dedicado a la "Nueva novela española", coordinado por Santos Sanz Villanueva y con la colaboración de numerosos escritores y críticos. En las fotos aparecen Eduardo Lago, Isaac Rosa, Berta Vias Mahou, Andrés Neuman, Elvira Navarro y Julián Rodríguez. 

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