jueves, 9 de julio de 2009

ENTREVISTA A SANTIAGO RONCAGLIOLO




ENTREVISTA A SANTIAGO RONCAGLIOLO

Intervienen: Francisco Javier Cubero, Mercedes Serna, Luis Miguel Hermoza y Fernando Clemot.

Texto y fotos: Luis Miguel Hermoza y Fernando Clemot


Nos encontramos con Santiago Roncagliolo a escasos metros de la Sagrada Familia. Desde hace unos meses es este su escenario diario, un decorado muy alejado del Ayacucho de su última novela, Abril rojo, un éxito editorial, un thriller que engancha al lector de inmediato en una atmósfera con olor a sangre mostrada por un personaje casi cómico: el fiscal de distrito Félix Chacaltana.
Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) es el ganador más joven del Premio Alfaguara y también autor de las novelas El príncipe de los caimanes (Planeta, 2002), Pudor (Alfaguara, 2005) y el libro de cuentos Crecer es un oficio triste (El Cobre, 2003). Con Abril rojo Santiago Roncagliolo profundiza en un terreno abonado por el terror y el espectro de la muerte.
Transcribimos casi íntegra una entrevista anómala, coral, una conversación a cinco voces en la que tratamos que el autor nos desvelara las claves más profundas de su obra, de Perú y su literatura, del mundo que en ella se reconstruye.



Fernando Clemot: El reconocimiento de la crítica y del público ha llegado de golpe, en apenas unos meses. ¿Es difícil lidiar con la fama cuando acude de forma tan repentina?

Es extraño hablar sobre esto. Está muy reciente; mi vida ha cambiado mucho y de forma rápida y ahora hay momentos preciosos pero también agotadores. Lo que más me ha gustado es que en América Latina el libro haya podido llegar a todas las clases sociales y a todo tipo de gente ya que la literatura suele ser a menudo elitista y a mí me interesa una literatura que si no la lees no sea porque no puedes sino porque no quieres. Trato que mi obra tenga mucho que ver con la cultura popular, con el cine, con la televisión. Me interesa que la prosa sea clara, transparente aunque sin perder profundidad. Esta es mi idea. El hecho que la novela llegase a sectores distintos en América Latina creo que ha sido lo más emocionante de este proceso. En cuanto a la crítica fue una sorpresa la buena acogida que tuvo “Abril rojo” ya que esto es precisamente lo que a menudo no gusta a la crítica que a menudo aprecia un estilo más inaccesible, más cerrado. Yo vengo de trabajar en el cine, en la televisión, en la política y por eso trato de disfrutar esta año pero también tener la conciencia que puede volver a irme mal, porque ya me fue mal, durante unos cuantos años aquí en España no funcionaron bien las cosas y trato de no olvidarlo.

F.C: Mucha gente asocia a Chacaltana con Pantaleón Pantoja de “Pantaleón y las visitadoras”, su carácter inicial algo pacato y su evolución durante la novela…

Sí, es una pregunta que me han hecho muchas veces. Sin duda la obra de Vargas Llosa nos ha influido a todos los novelistas de mi generación, de la generación anterior, sin duda es una comparación inmerecida ya que se me compara con un escritor a escala mundial pero en cuanto a lo de Chacaltana creo que hay claras diferencias entre los dos personajes, para asociarlos se ha acudido a lo anecdótico. Parece que este parecido es un estigma con el que debe quedar esta novela. Parece que a veces para seguir creando tengamos que eliminar lo anterior, que no se nos pueda juzgar sin compararnos. Es igual que lo que se dice que el hijo para reafirmarse debe matar al padre. Algo se que podría aplicar en este caso, sin ir al pie de la letra, claro...


Mercedes Serna: A mí me ha llamado principalmente la atención la ausencia de ternura. Hay cierta equidistancia en el texto que me ha sorprendido como lectora...

Me temo que mi sentido de la ternura es un poco negro. (risas). Yo sí siento ternura por Chacaltana. A mí sí me despierta ternura Chacaltana y su desconcierto antes ese universo… Pero quizá yo también soy una persona a la que se le hace muy difícil tratar de expresar algún tipo de emoción que produzca ternura y quizás eso, esa nota personal mía, se ha pasado al personaje, porque…porque lo peor yo sí creo que es tierno. (risas) …Creo que mi sentido de la ternura es totalmente enfermo. (más risas).

M.S.: Tal vez el problema lo tengo yo…

Espero que sí…

M.S.: Espero que no… (Risas)

Mi sentido del humor es un poco enfermo. Sí me he dado cuenta. Por ejemplo, los latinoamericanos solemos tener un sentido del humor muy negro más que los europeos porque es un mecanismo de defensa. Cuando todo está funcionando mal tratamos de reírnos para no volvernos locos. Y creo que posiblemente mi sentido de la ternura ha ido por el mismo camino… Se ha mezclado con el humor negro. Quería una descripción de la violencia muy fría. Creo que también me acostumbré a verla así porque cuando yo estaba en derechos humanos mi contacto con la violencia fue así, eran informes sobre violaciones masivas en las cárceles y yo tenía que corregir los acentos y las comas o tenía que ir con unos y hablar con otros y mediar, intentar de ser muy frío porque si tus emociones te controlan en esas situaciones no puedes hacer tu trabajo, tu trabajo te pone en contacto con la violencia. Necesitas tratar de mantener la frialdad y me interesaba esa descripción igual, con esa fluidez…

M.S.: Y el lenguaje de la obra ayuda a esa frialdad, lo cual está muy bien porque tú coges un lenguaje muy distanciado, el lenguaje de los legajos, en ese sentido también ayuda a crear esa violencia, el lenguaje de esa violencia.

Sí, me gustaba la idea de jugar con el lenguaje del Fiscal. Los informes del Fiscal que son un poco el lenguaje del orden, pero este orden tan almibarado que ya no dice nada y las cartas del psicópata que son el lenguaje del caos de alguna manera, del desorden y esta cosa brutal y sangrienta, pero ambos están enfrentados a realidades muy terribles. Creo que ambos las ven con frialdad también porque ellos, y quizá yo también, se protegen así de esta violencia...

M.S.: Por lo que han vivido también. Cuentas de hecho de Chacaltana lo de sus padres, el incendio, cuentas de hecho por qué es así. Tuvo que matar al padre quemándolo porque maltrataba a la madre. Estás explicando, un poco, la raíz del mal…

De hecho el umbral de tolerancia de una sociedad como la peruana con respecto a la violencia es mucho mayor que en una que no ha vivido la violencia porque encontramos circunstancias bestiales todos los días en el periódico y acabas perdiendo la sensibilidad al respecto y ya no te impacta que mueran diez o quince personas con una bomba o en una masacre y… En fin, creo que eso ha hecho a cualquier persona de mi generación muy fría respecto a la violencia.

M.S.: Eso es lo que encuentro, es muy fría su violencia... Por ejemplo en Fernando Vallejo se describen también atrocidades, tú lo sabes, en Colombia...Pero hay momentos de ternura que lloras… esto no la hace ni mejor ni peor, insisto, sólo que me ha sorprendido.

Es algo que a mí me interesa mucho. En Villoro hay algo similar que era la descripción muy fría de la intimidad ya no de la violencia, de los pequeños detalles sexuales, las cosas que hace una pareja en la cama, una mujer frente al espejo y generalmente cuando hablamos de esas cosas dejamos un montón de silencios, hay cosas que damos por sobre entendidas, y sí, parte de lo que me interesa es hacer que el lenguaje pinche, que esté allí molestando y que la lectura de “Pudor” y “Abril Rojo” te parezcan en algún momento incómodas, en le caso de Pudor por la intromisión en la intimidad que representan y en el caso de “Abril Rojo” por la frialdad en la descripción de la violencia. Eso me atrae como trabajo con el lenguaje, describir circunstancias de las que normalmente no hablamos o hablamos con eufemismos y yo quiero describirlas con todas sus letras, con detalle. Trabajé con un médico forense que revisó el texto y fuimos viendo los detalles de los cadáveres… Por cierto, estaban muy bien mis cadáveres. (risas).

F.C.: No hubo que corregir demasiado ahí... (risas)

No, pero todavía tiendo a confundir el riñón con el hígado. No sé muy bien en qué lado está cada uno y a veces perforo uno queriendo perforar el otro… (risas). Hubo una hemorragia de vaso que tampoco tenía prevista… En general todas las cosas digestivas son bien complicadas. (se ríe). Hay mucha cosa ahí dentro… y sí me interesaba tener a este tipo que me dijese qué cosa debía tener en cada sitio…

F.C.: Hablemos un poco de Perú, de su literatura... En mitad de toda esta acción, en la novela encontramos también alguna referencia a la literatura peruana...

En lo que respecta a literatura peruana hay un eje que incluso esta dado por el personaje del fiscal Chacaltana. A Chacaltana le gusta mucho un poeta peruano que es José Santos Chocano que es un poeta horrible patriotero, rimbombante, pomposo, no sé si los españoles tienen equilavente porque es un poeta que viene del Modernismo … Santos Chocano es un horror pero es el poeta probablemente más conocido del Perú porque es el típico poeta que los niños declaman en los colegios el Día de la Patria o similares…

M.S.: ¿Más que Vallejo?

Vallejo es muy complicado. Ponle a un niño a Vallejo y no entiende nada… Qué vas a ponerle “España, aparta de mí este cáliz”… No entiende, en cambio, “Soy el cantor de América autóctono y salvaje…” esas cosas se entienden. Pero ese poeta así, pomposo y horrendo, realmente es el primero que habló del Perú: él inaugura Perú para la literatura porque antes no era un tema siquiera… Inaugura este Perú heroico y épico en donde la sangre española y la andina se funden en una cascada de apasionado heroísmo…Ese Perú nunca existió: él habla del Perú como una mezcla de sangres y de talantes milenarios orgullosos de fundirse con el otro pero esos dos talantes estuvieron siempre en guerra y siguen en guerra… Ya no son los españoles pero somos los costeños, los blancos, los descendientes más directos de los españoles. Y ese Perú a lo largo del siglo XX se dividió también literariamente en los dos lados de esa trinchera. De un lado está Vargas Llosa, con una narrativa urbana, con muchos más vínculos con la narrativa norteamericana y europea, realista, con una teoría que habla como la literatura como un fin en sí misma y del otro lado está Arguedas, con una teorías de la literatura como una herramienta política, rural, documentalista, interesada en trasmitir las verdaderas vivencias de las gentes de la que quería hablar... Durante todo el siglo y hasta ahora la discusión de la literatura peruana es esa: los andinos contra los criollos y constantemente están viendo cuál de los dos debería ser el escritor del Perú. Yo, tal vez por una cuestión generacional ya he entendido que el Perú es no la mezcla heroica entre ambos campos sino la constante lucha entre ambos … y eso es. Esa cuestión no tiene solución, en el sentido en que no va a haber un ganador. Vamos a vivir juntos nos guste o no…

M.S.: ¿Por qué crees que eso ha pasado en Perú y no en México?

En México hubo una revolución, que tendría sus muchos defectos y sus muchos errores, pero hubo una guerra y alguien la ganó. Los ricos en México son muy nacionalistas, populacheros. Los ricos en Perú quieren vivir en Miami y muchos viven en Miami de hecho. El abismo entre las clases sociales es también cultural. México siempre patrocinó la cultura y fue considerada cultura revolucionaria. Sin embargo, lo que ha sucedido recientemente en México con las elecciones es una muestra también de dos países divididos, ellos han seguido otro curso pero han vuelto a encontrarse… en toda América Latina, es una región muy desigual y enfrentada. Si vas a Venezuela la gente está a favor o en contra de Chávez. Se divorcian parejas y se destruyen familias y no hay término medio. Esa guerra de un modo u otro se ha reproducido en toda América Latina y ha tenido sus manifestaciones literarias. Se siguen peleando de un modo absurdo, incluso, pero forma parte de la cultura literaria de la que todos hemos mamado…

Fco. Javier Cubero: Yo, de todas formas, no quiero hablar mucho porque estoy empezando la novela, entonces, como no me la he leído, ¿cómo voy a hablar? Pero bueno... volviendo al tema de la ternura y de la frialdad, yo de momento no la encuentro tan fría…

Es que hay un cambio, una progresión, empieza con humor pero…

F.J.C.: …Pero al principio sí hay ternura… Hay ternura del autor hacia el personaje…

Yo también lo creo. Él evoluciona.

F.J.C.: Y el personaje se plantea entre ausencias, que es una ternura velada. Y esa figura de la madre, que tiene una presencia tremenda…

M.S.: Perdona, lo de la madre es una enfermedad…

Sí, está loco. Pero los locos pueden ser muy tiernos.

M.S.: Si eres novia de Chacaltana, te mueres de miedo, te vas… No se puede hacer el amor, porque tiene la foto de su madre allí.

(Risas)

Hay dos polos es esta novela y también los había en “Pudor”, la anterior, tienen que ver con las leyes que la sociedad te pone y tus necesidades individuales. Yo creo que siempre vivimos en el debate entre lo que tenemos que hacer y lo que deseamos hacer. El que deja que las normas sociales aplasten cualquier tipo de individualidad es un perdedor, un tipo apocado, mediocre, como es Chacaltana al principio. El que se carga todas esas normas sociales es un psicópata y pone sus apetitos por encima de ella. Yo creo que todos oscilamos entre ambos extremos y son los dos extremos con los que a mí me gusta jugar. Inexplicablemente los dos me inspiran cierta ternura, los dos me parecen esclavos de distintas apetencia que no saben cómo manejar. No sé si confundo ternura con compasión.

Luis Miguel Hermoza: Cambiando de tema, ¿por qué escribir sobre violencia política en el Perú?

Porque era el tema que me interesaba y porque yo empezaba a observar el mismo tipo de violencia terrorista y las mismas reacciones militares para atacarla que son ahora un tema mundial....Es decir, súbitamente empezaba a ver como en Afghanistán o en Bagdad se empezaban a cometer los mismos errores que se cometieron en Perú y se empezaba a producir lo que se produjo en Perú que hizo que se multiplicara la cantidad de terroristas... La violencia es siempre una mala estrategia y creo que lo que se empezó a montar con la guerra, también ya con ETA después del 11-M, por ejemplo, es una buena prueba. Yo vivía en Madrid cuando sucedió aquello y tuve la sensación que era algo que ya conocía. Volví a ver cosas que creía olvidadas y que me habría gustado olvidar pero que me devolvieron las sensaciones de una violencia que yo conocía de cerca... Para poder hablar de ellas también me debía remitir a un escenario… No podía escribir una novela que ocurra en Bagdad, porque en Bagdad nunca he estado, y sí puedo escribir una que ocurra en Perú que conozco mejor.

L.M.H.: Has mencionado alguna vez A “Abril rojo” como si se tratara de un exorcismo histórico…

Creo que las sociedades se toman su tiempo para entender lo que les pasa. En España, está bien claro; durante cuarenta años toda la literatura y los libros contaban la Guerra Civil desde un lado. Los últimos treinta los han contado todos desde el otro. Ahora empiezan a aparecer libros revisionistas como los de Vidal, que eran impensables hace diez años en España, pero también empiezan a aparecer libros como “Enterrar a los muertos” de Martínez de Pisón o como el de Cercas que tratan de crear una estampa de la violencia que ha vivido un país más matizada, sin malos y sin buenos, más compleja y que permite entender mejor lo que ocurrió. El proceso del Perú está siendo más rápido que el de España, en la medida en que yo he sentido hacia esta novela cierta demanda por una versión más razonable de lo que ocurrió... Pero también toma su tiempo y aún hay poco, hay poco escrito sobre lo que vivió Perú. Fuera ni se sabe lo que pasó y en Perú había gente que me decía: “otra novela sobre este tema… ¿Por qué otra novela sobre este tema?”… Pero si sólo tenemos seis: tenemos una de Vargas Llosa, una de Cueto, una de Nieto Degregori, una de Conchado, alguna de Miguel Gutiérrez que más o menos lo toca y algún otro habrá... No es nada y sin embargo hay una resistencia de ciertos sectores a mirar...Consideran que se habla demasiado, que seis novelas es un montón para hablar de lo que ha sido el proceso más sangriento de lo que ha sido nuestra historia republicana y el movimiento violento más asesino de toda la historia americana. Creo que ir escribiendo sobre eso de todos los puntos de vista va completando una especie de retrato de lo ocurrido desde distintos puntos de vista que nos permite comprenderlo, y comprenderlo es también comprender quiénes somos, qué hicimos, qué estamos dispuestos a hacer... Es saludable para un país y es saludable una terapia a la que vas y sueltas lo que sabes y hablas de las cosas que te preocupan y al hacerlo las conviertes en algo concreto y las puedes manejar mejor. El proceso psicoanalítico para una persona y el proceso literario para un país son formas de exorcismo de los demonios que se llevan dentro y que necesitas sacar para poder controlar.

L.M.H.: ¿Crees que el Perú está preparado para mirar su pasado cercano? ¿Cuáles son las primeras materias que debe superar la sociedad peruana?

Creo que está más preparado de lo que pensaba. El interés por la novela lo demuestra; pensé que iba a ser mucho más criticada desde un punto de vista político pero ha habido mucho interés por tener un retrato más completo de lo que ocurrió. Primero hay que superar el miedo y este existe todavía. El miedo siempre es algo que te impide ver y que produce reacciones más viscerales y produce violencia por eso. Yo hablé de la novela con policías, con militares, con terroristas…

L.M.H: ¿Creo que Abimael Guzmán la leyó?

Sí, Abimael Guzmán la leyó. Y todos curiosamente solían tener el mismo comentario, de un lado y del otro, todos consideraban que ellos habían sido bien retratados, que había sido retratados con justicia, pero no entendían por qué también el otro que esos sí que eran unos asesinos… Guzmán dijo, no me lo dijo a mí porque no lo he podido ver, pero a otros dirigentes con los que pude hablar, que sí, que estaba bien la novela que él agradecía que no los insultase, pero que había que definirse, que era muy neutral, que había que tomar posición, que parecía la novela de un tibio... Son actores, ¿no?... Pero llega un punto en que todos quieren dar su versión y creo que estamos en este punto. Soy partidario de escuchar todas las versiones, incluso de la gente que nos parece repugnante, precisamente porque me parece muy difícil que nos convenzan de repetirlo, pero me parece importante que nos expliquen qué pasó y qué hicieron y porqué lo hicieron,

M.S.: Y tú crees en el relativismo de esta historia. Yo quiero saber tú opinión, no la del libro.

No soy relativista pero sí soy muy escéptico. No creo a la gente que trata de defender grandes ideales después de lo que vi en Perú. Creo que cuando tú haces algo en busca de un beneficio político, de la independencia, de la igualdad, de tus demandas negociables, entonces se puede hablar... Sin embargo cuando tú haces las cosas en nombre del Bien, de Dios, de la Justicia y de valores abstractos no hay ninguna negociación posible, como tampoco hay ningún límite para lo que quieras hacer porque esos son valores absolutos. No creo que todo sea defendible, pero creo que todo debe defenderse y ser discutido y no creo que haya ninguna razón, en ningún caso y en ninguna circunstancia, que autorice a su dueño a matar a los demás, ninguna circunstancia abstracta, por lo menos.

L.M.H.: Además del contexto en que se desenvuelve la novela “Abril Rojo”, cabe destacar el enfrentamiento entre una ley maniatada, encarnada en el personaje del fiscal Chacaltana contra un asesino en serie. Has mencionado también en anteriores ocasiones tu inclinación por los psicópatas y perdedores, ¿por qué ese gusto por estos personajes?

Bueno, como explicaba anteriormente, los perdedores y los psicópatas son los dos extremos que median entre nuestros apetitos personales y las convenciones sociales que debemos obedecer. De alguna manera con el choque entre nuestros apetitos y nuestros deberes, entre nuestra intimidad y nuestra adaptabilidad, nuestra capacidad de formar parte de una sociedad, y creo que para mí ése siempre ha sido un tema importante… Quizá porque yo he cambiado mucho… incluso de país o de trabajo o de circunstancias siempre he estado adaptándome a nuevas normas sociales, nuevas normas de cómo vivir y convivir. Quizá soy especialmente sensible a ese tema por una cuestión de vivencias personales.

L.M.H.: Sin embargo, Chacaltana, terminará transformándose, convirtiéndose en un violador, en un asesino. ¿Es necesario, entonces, si Chacaltana representa a la Justicia peruana, que la Justicia y el sistema de derecho se adecuen, cambien, para poder enfrentar a un enemigo así?

No lo sé. No me gustaría extraer lecciones de lo que escribo. No me gustaría decir “hay que hacer estoy”, de hecho creo que un gran error de los intelectuales del siglo XX ha sido tratar de decirle al mundo cómo debería actuar y defender atrocidades porque son las atrocidades de tu bando. Pero creo que el proceso que vive Chacaltana es un proceso de pérdida de la inocencia. Tú vives en un mundo y crees que las cosas están bien y obedeces unas normas porque crees que esas normas son las que obedecen la gente decente y que mientras te mantengas apegado a ellas actuarás correctamente. Lo que le pasa a Chacaltana es que va descubriendo que haciendo lo que puede por ser bueno, obedeciendo todas las normas que debe obedecer llega un momento en que ya no sabe distinguir a los suyos de los opuestos, a los propios de los enemigos, y que los más viles y siniestros que desobedecen sus leyes no son ni mejores ni peores que los que las obedecen. Creo que esta es la clave de cómo él enloquece: él pierde el referente de lo que tendría que ser la normalidad, la moralidad, el Bien, y creo que lo que consideramos un psicópata es precisamente alguien que ha perdido ese horizonte, alguien que ha perdido la capacidad de distinguir entre el Bien y el Mal.

F.C.: ¿Hablamos de literatura peruana para acabar?

M.S.: Sí, pobre, debe estar agotado…

No, no, está entretenida la charla…

F.C.: Lo estamos torturando… (ríe)

L.M.H.: ¿Cómo vez el panorama literario actual? ¿De qué crees que goza y sufre?…

Creo que la literatura peruana ha tenido un buen par de años. Después de estar muchos años el propio premio Alfaguara, el Herralde que ganó Alonso Cueto, incluso Baily con su última novela, le han dado una visibilidad que no tenía y que revela especialmente la variedad que tiene. Creo que únicamente una sociedad como la peruana habría podido producir tres seres humanos y autores tan distintos como Cueto, Baily y yo... y otros muchos. Creo que en esa variedad esta su gran riqueza. La literatura peruana parece hecha desde muchos países. Las diferencias entre Iván Thays, Sumalavia, Sergio Galarza, Javier Ponce, por mencionar a los más jóvenes, los que están cerca de mí, muestra diferencias entre nosotros tan marcadas como las diferencias que podrían haber entre autores de diferentes países. Creo que no somos capaces de ver eso como algo interesante y rico, creo que generalmente la enfocamos como una pelea. Habría de escoger entre hacer la literatura de uno o de otro, y no tiene mucho sentido. No soy de la idea de que la literatura deba ser de algún modo, creo que la literatura es precisamente esa variedad, esa diversidad de voces y que es mejor un país que funciona así que un país en que todo el mundo escribe igual.

L.M.H.: Las nuevas editoriales jóvenes surgidas en este siglo están dando algo de frescura y vitalidad al horizonte literario peruano. Tú no pudiste disfrutar de ellas debido a su juventud de éstas y a que, cuando partiste del Perú, dichos sellos se están gestando aún o si ya habían nacido eran casi primerizos. Sin embargo supongo que tuviste la oportunidad de conocerlas en esta última Feria del Libro de Lima a la que asististe. ¿Qué opinión te merecen?

Matalamanga y Estruendomudo me parecen dos proyectos geniales… Incluso he publicado algo con Sarita Cartonera que publican libros pequeños con papel reciclado, y además es un proyecto social, ponen a la gente a trabajar con lo cual se beneficia a sectores muy empobrecidos y a la vez permiten que circule la cultura. Es un proyecto que forma parte de un proyecto mayor, esto empezó en Argentina, ahora hay una versión en Bolivia, y los autores vamos circulando también en estos pequeñísimos proyectos editoriales. Matalamanga y Estruendomudo, Solar...me parecen muy interesantes porque… por ejemplo, el problema en Perú es que es muy difícil que las editoriales grandes publiquen autores nuevos, no solamente porque es muy difícil que los publiquen en todas partes, sino porque, además, mucho del dinero de los que sí venden, se va en la piratería, lo que no les permite reinvertir en autores nuevos, y el volumen de lo que se edita es muy poco. Matalamanga, Estruendomudo, Solar... son editoriales a medida de las nuevas voces que están apareciendo y permite que esas voces se publiquen sin las exigencias mercantiles de una editorial más grande. El problema que había cuando yo dejé Perú hace seis años es que no existían estas editoriales ysi te rechazaban, como me rechazaron las tres que habían, se acabaron tus posibilidades y no había más remedio que decidir entre olvidarlo o emigrar. Creo que estas nuevas editoriales precisamente dan un espacio a voces y contribuyen a que se vaya formando un medio literario, una escena literaria que es la base en realidad que hace en todo país que la literatura funcione, circule y se lea.

L.M.H.: ¿Aconsejas a los jóvenes escritores venir a España?…

No... (ríe)

L.M.H.: …Seguro que lo intuyes, pero tu experiencia de vida ya lo aconseja.

Ahora estoy muy contento. Puedo decir que todo valió la pena y estoy feliz pero los primeros cuatro años fueron muy difíciles. No solamente fueron muy difíciles, sino que yo en Perú vivía muy bien, y te preguntas aquí que no llegas a fin de mes, que no tienes papeles, que no tienes trabajo por qué no te quedaste en Perú donde eras un periodista y más o menos tenías una vida, habiendo además editoriales nuevas en Perú publicando. Ya no se trata en optar entre publicar o no publicar, al contrario, creo que como funcionan las cosas ahora, los libros circulan con mucha más facilidad, con mucha más fluidez entre los países, las agencias literarias circulan y representan el trabajo de autores aunque no estén físicamente en los países que tienen los mercados grandes, así que no es necesario estar físicamente en España. Lo que sí fue importante para mí fue la experiencia vital, una distancia incluso respecto Perú, una cantidad de experiencias que te hacen mejor como escritor. Un escritor tiene que vivir cosas y ver cosas distintas. No creo que puedas ir muy lejos encerrado en tu oficina. Conocer gente, cambiar de escenario, es algo que aumentará el caudal de experiencias que luego proyectarás en tu literatura.

L.M.H.: Para concluir, ¿cree que hay más editoriales españolas dispuestas con a mirar a Latinoamérica y con deseo de fichar nuevos valores? ¿Por qué? Es decir, ¿por qué ahora y no antes? ¿O crees que siempre fue así?

No, yo creo que durante los noventa era muy difícil encontrar literatura latinoamericana que no fuese ya consagrada en España, sobre todo porque el boom latinoamericano marcó una manera de ser leído desde fuera y una demanda hacia cierto tipo de literatura y hacia dentro, hacia Latinoamérica, marcó también una actitud de cuál era la litertura que se debía escribir. Como nadie puede seguir haciendo lo mismo que hacen los grandes maestros durante décadas hubo un gran vacío de propuestas, porque mucha gente dentro de América Latina estaba tratando de escribir como el boom, porque mucha gente fuera de América Latina estaba buscando algo como el boom, y era algo que no existía. Yo tengo la impresión de que buena parte de la literatura que empezó en los noventa, Fuget, Volpi, Fresan, mis hermanos mayores de alguna manera, arrancaron explícitamente de un anti-boom y eso más bien obstruyó su lectura fuera porque el mundo que representaban era tan pop, tan internacional, tan cosmopolita que no representaba algo necesariamente consumible... Pero, ahora, con los años, creo que ellos y los que hemos venido después hemos llegado a un punto en el que no escribimos ni a favor ni en contra del boom, escribimos y consideramos al boom como parte de las cosas que nos han alimentado. Considero también a los escritores de los noventa como otra parte de las cosas que me han alimentado y eso ha normalizado la producción literaria de América Latina. Al mismo tiempo España tuvo tan pocos autores latinoamericanos y tal volumen de producción de libros durante los años noventa que llegó un momento en que se agotaron... Necesitaron otras voces para mantener ese nivel de producción de libros y lo más directo es buscarlo entre los que escriben el mismo idioma, en América Latina, por lo que hay un nuevo interés y demanda de autores del otro lado del charco… Y que también nos movemos mucho de un lado a otro. Aquí en Barcelona vivimos muchos. Está Vásquez, está Fresán, Villoro estaba y a veces está... También hay una relación mucho más fluida entre ambos lados del “charco” y eso también hace que allí haya más autores españoles y aquí más autores latinoamericanos.

Entrevista publicada en el número 4 de la revista Paralelo Sur ( Barcelona, octubre de 2006)


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