sábado, 2 de enero de 2010

LA CRÍTICA LITERARIA ( I ) : ENTREVISTA A JUAN ANTONIO MASOLIVER RÓDENAS



(Entrevista publicada en el número 7 de la revista Paralelo Sur; Barcelona, diciembre de 2009) de Fernando Clemot


SOBRE CRÍTICA LITERARIA EN PRENSA

Poeta, ensayista, novelista, crítico literario. Parece que pocos aspectos de la vida literaria han quedado ajenos su trayectoria, pero si tuviera que definirse con una única de ellas ¿con cuál de todas estas facetas se quedaría?


No es lo mismo “con cuál me quedaría” que cuál se impone. Para bien y para mal la que se impone es la de crítico, por los años que llevo ejerciendo, por lo que he ido aprendiendo del oficio, por la relativa independencia –y digo relativa por que las presiones son enormes- y, bueno, porque los escritores leen a los críticos pero no se leen entre ellos. ¿Con cuál me quedaría? No creo que nadie pueda obligarme a quedarme con una, pero de todos modos me considero por encima de todo poeta y creo que todo lo que leo y escribo se ve enriquecido por mi experiencia como poeta.


· Siento repetir la pregunta pero la considero importante: ¿cuál cree que es el papel que debe ejercer la crítica literaria en prensa en la actualidad?


Es importante distinguir entre prensa, revistas culturales y revistas académicas y especializadas. En prensa (en la actualidad y antes de la actualidad, o sea, siempre) el crítico ha de saber informar, aunque sea mínimamente, sobre el autor, explicar en qué consiste el libro, situarlo en el contexto de su obra y de la época, señalar los aspectos originales y sus límites y recomendar o no la obra, olvidándose, si es posible, de las presiones del autor, del editor o del propio suplemento. Ha de que dejar claro, aunque no se diga de forma explícta, a qué tipo de lector se dirige y, aunque el lector ha de adivinar y aceptar nuestros gustos, nosotros no podemos limitarnos a lo que nos gusta sino a lo que puede gustar a otro tipo de lector. A mí, por principio, no me interesan los bestsellers, pero sé que unos son más buenos que otros y que interesan a muchos lectores.


· Muchas veces nos quedan en el recuerdo las cronologías de escritores, de novelas, los movimientos aunque no solemos recordar tanto de la crítica. Usted ha ejercido como crítico en prensa durante las cuatro últimas décadas ¿Nos podría desarrollar una breve cronología ilustrada de la crítica literaria en prensa en las últimas décadas?


No, no podría. Puedo señalar a algunos críticos que he leído con interés a lo largo de los años, que son muchos pero no tantos como tiene el planeta; los míos puedo contarlos y los del planeta no. Me eduqué en la crítica de mi tío Juan Ramón Masoliver, con el que viví durante muchos años, y de él aprendí lo importante que es tener una formación de humanista, de conocer otras culturas y otras lenguas, de ser sobre todo lector de poesía, y tantas otras virtudes, aunque no comparto su barroquismo: el crítico, por encima de todo, ha de comunicar, sin perder por ello su rigor ni su riqueza expresiva. Leía siempre a Antonio Vilanova en las páginas de Destino. La suya era una crítica meticulosa, atenta tanto a lo nacional como a lo extranjero, especialmente lo francés, lo italiano y lo norteamericano, y era un profundo conocedor, como pude comprobar cuando lo tuve de profesor en la Universidad de Barcelona, de la literatura clásica. Sus clases sobre novela picaresca eran magistrales. El Rafael Conte de Informaciones y, durante algunos años, de El País, fue el primero en inaugurar una crítica moderna adaptada a los nuevos tiempos, en encontrar un equilibrio entre conocimiento crítico y periodismo. Era un excelente comunicador. Luego se tomó en serio lo del poder y se volvió algo trapacero. Un talento malgastado. Me sieguen interesando sus críticas sobre literatura francesa. Nadie podrá negarle su pasión por la literatura.

Ignacio Echevarría, al igual que en sus tiempos Conte, ha sabido crear una crítica para una nuevo tipo de lector, el nacido en la democracia. Es inteligente, tiene garra escribiendo, se ha interesado por autores no necesariamente conocidos pero de gran valor. Le mata su arrogancia y su exhibicionismo. Su ferocidad ha sido muchas veces innecesaria. Se ha ensañado con autores noveles y, por razones creo que personales,. con autores respetables. No ha sido tan consecuente a la hora de juzgar a amigos suyos. Respeto y hasta admiro al crítico genuino y no me interesa nada el exhibicionista. Finalmente, dentro de la crítica actual, aprecio especialmente a José María Pozuelo Yvancos y me identifico con él. Solemos coincidir en nuestros gustos y disgustos y es crítico riguroso pero sin ensañamiento. Por supuesto hay muchos otros críticos que leo con interés, y en contra de lo que se dice por decir, amantes como somos de los tópicos, el nivel medio de la crítica española es bueno, muchas veces más bueno que los medios que la acogen. Por supuesto, estoy hablando siempre de crítica de novela. La poesía tiene hoy excelentes críticos que son o no son excelentes poetas.


· ¿Cree que la crítica española está en un buen momento? ¿Qué defectos, virtudes o características cree que la diferencian de otras críticas literarias nacionales?


En parte ya lo he contestado con la pregunta anterior. La crítica está en un buen momento, los suplementos literarios no tanto. Tal vez falte una formación más amplia, un conocimiento de otras literaturas y de otros críticos. Yo aprendí mucho del pragmatismo de la crítica inglesa, más atenta a informar sobre la obra que a hacer exhibiciones de talento. En general, la crítica francesa me resulta indigesta, pedante y llena de estilo. La italiana está a nuestro nivel. La más fiable es la norteamericana, en la que es frecuente el crítico que es al mismo tiempo creador y que habla desde el interior del oficio.


* Quizá uno de los acontecimientos que más han dado que hablar en los últimos años ha sido el llamado “caso Echevarría”, en el año 2004. ¿Nos podría dar alguna opinión sobre el mismo?


Del crítico Echevarría ya se ha hablado. El “caso Echevarría” es otra cosa, porque nos afecta a todos. Un periódico no tiene que boicotear o expulsar de sus páginas a un crítico por sus ideas, sobre todo si son las mismas que tuvo cuando le contrataron (en el caso de que tuviese un contrato; ésa esta otra historia más turbia). Por lo que afecta personalmente a él, lo más grave es que la represalia vino porque se criticaba a un escritor “de la casa” e, igualmente grave, el periódico estuvo utilizando a Echevarría, jaleando su mala leche y su indefensible y hasta inmoral postura de “yo a este escritor me lo cargo”. Bernardo Atxaga es un buen escritor y no se merecía el palo, pero esto no da derecho a castigar al crítico. De ser así, somos varios los críticos que habríamos sido ya encarcelados. Resumen: Echevarría escribió una crítica a mi parecer no sólo injusta sino insultante e injuriosa. La querella era pues entre Atxaga y Echevarría. La indignación, por parte de muchos lectores. Pero más grave es la actitud del periódico que le castigó y que le castigó por cosas por las que antes había sido premiado. Que un periódico nacido con la democracia acuda a la censura, es alarmante.


· ¿Podría recordarnos algún momento del que se sienta especialmente orgulloso o considere destacable de su trayectoria como crítico?


Es muy fácil pensar bien de uno mismo (no tanto como para cegarnos a la hora de escribir: el sentido autocrítico es fundamental). Me siento relativamente orgulloso de haber insistido en el valor de autores como Mariano Antolín Rato, Enrique Vila-Matas, Bolaño, y, aunque no lo necesitaba, Javier Marías, y de interesarme por autores jóvenes o desconocidos. De mi interés, cuando interesaba a muy pocos críticos, por la literatura latinoamericana. También de no haberme limitado a la novela (no escribo más sobre poesía porque no es lo que piden los suplementos, que se deben a sus lectores) ni a la literatura española. Y, finalmente, de no “envejecer” como crítico. He aprendido y sigo aprendiendo a ser igualmente exigente pero más ecuánime, más comunicativo y más “creativo”. Y no pierdo la pasión por la crítica ni por las opiniones ajenas.


SOBRE LITERATURA ESPAÑOLA


· Nos gustaría que nos trazara un cuadro o fotografía fija del actual momento de la literatura española.


De nuevo, creo que estáis pidiendo demasiado. Una fotografía sería un fichero, y desde mis años universitarios detesto los ficheros . Tenemos la suerte de que el marco narrativo es, cronológicamente, muy amplio.

Desde Ana MaríaMatute, Juan Goytisolo, Luis Goytisolo o Juan Marsé a los más jóvenes, pasando por la “generación” más visible, la de los Marías, Vila-Matas y tantos otros. Lo que más celebro es la diversidad y la independencia de la mayoría de los escritores, cada día menos esclavos de los grupos y las etiquetas generacionales. Creo que no están saliendo grandes autores, pero el nivel medio es alto. Lamento el excesivo y mal digerido interés por la literatura extranjera en detrimento de la tradición nacional y el desconocimiento de los clásicos. Un cuadro bastante completo de la escritura de los escritores de la transición a nuestros días está ya en mis Voces contemporáneas, publicado en 2004.


* En su trayectoria destaca el peso y la relación que ha tenido con el ámbito anglosajón (fue lector en el Trinity College y durante muchos años ejerció cargos en el Instituto de España en Londres) por lo que creemos que su opinión es importante conocer su opinión sobre asunto... ¿Qué opina del peso que empieza a ejercer la literatura norteamericana en la literatura española? ¿Están amenazadas las literaturas nacionales en un mundo globalizado?


Fui lector en Trinity Collage y durante muchos años fui catedrático de literatura española y latinoamericana en la Universidad de Westminster, de Londres. Viví dos años en Dublín, he pasado frecuentes y largas temporadas en Italia, he visitado regularmente París y he residido durante treinta y cinco años en Londres. He escrito esporádicamente reseñas para el Higher Educational Supplement y, más regularmente, para la desaparecida revista South.. Todo esto me ha permitido ampliar mi visión de la cultura y de las artes. Pero no me siento ni “global”, ni “internacional” ni español. Soy de los lugares en los que viví, entre ellos, por supuesto, la ciudad de Barcelona y El Masnou o, si se prefiere, el Maresme.

El mundo globalizado existe sólo en algunos terrenos y de una forma clara, como estamos viendo, en la economía, pero no en literatura. No sabemos nada de las literaturas asiáticas o africanas, con excepción de los escasos autores que impone el mercado; ni siquiera conocemos las literaturas extranjeras mejor de lo que se conocían antes. El conocimiento de otras literaturas es saludable, mientras no se convierta, como he señalado al principio, en imitación. La influencia norteamericana hace años que existe. Novelistas como Faulkner, Hemingway, Steinbeck, etc. tuvieron una fuerte presencia en los escritores de la década de los sesenta. Baste pensar en un libro como Las afueras, para mí de lo mejor de Luis Goytisolo. Luego vino el realismo sucio alentado por Ray Loriga o el realismo salvaje de algunos narradores actuales. Y está también la influencia todavía más poderosa del cine. Menos peso han tenido los escritores ingleses, con excepción de los de los angry young men o jóvenes airados. Creo que la literatura es ahora menos mimética. En un tiempo contaron escritores franceses, sobre todo los de la école du regard o escuela de la mirada, italianos como Pavese o Pratolini y, más tarde, Calvino, aunque tal vez a través de Borges. Y está, claro, la presencia mucho más visibles de los latinoamericanos, facilitada por el hecho de tener una lengua común, un dato importante en un país con un conocimiento tan pobre de la otras lenguas.


· Domingo Ródenas nos señala que en muchos autores jóvenes se “se echa de menos mayor conciencia respecto al instrumento verbal”( Ínsula. Núm 724: abril de 2007) ¿Se escribe mal? ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿Tiene alguna apreciación que hacer sobre ella?


Creo que no es lo mismo tener poca conciencia respecto al instrumento verbal que escribir mal. ¿Qué significa escribir mal? Dostoiesvki escribía mal y, si me apuráis, Juan Marsé, por suerte para todos nosotros, “escribe mal”, es decir, no escribe como Delibes o Luis Mateo Díez; de otro modo sería ya de la Real Academia, o no lo sería porque es lo último que él quisiera y lo último que le deseamos todos; o tendría el premio Cervantes, algo que hay que ser muy rico para despreciarlo. Pero coincido con Ródenas y no sólo por parte del apellido. No es que se escriba mal sino que hay pobreza expresiva y esto se debe a una falta de lectura de los clásicos, y por clásicos incluyo a los narradores de la primera mitad del siglo XX. Y se lee de forma dispersa. La lectura, para un escritor, no es sólo un placer sino también una disciplina.


SOBRE LITERATURA CATALANA


· Este número 7 de la revista Paralelo Sur tiene un dossier dedicado a la literatura catalana. ¿Como definiría el momento actual de esta literatura? ¿Considera que hay un desconocimiento de ella en el resto del Estado?


No leo demasiado a los narradores catalanes actuales, con excepciones, como Robert Saladrigas, Valentí Puig, Quim Monzó, Sergi Pamies, Miquel de Palol y pocos más. Por leerlos quiero decir frecuentarlos lo suficiente como para arriesgarme a dar una opinión. Pero si no los frecuento es porque los que leo, con excepción de los mencionados, no me estimulan. No es el mejor momento para la literatura catalana, incluso en poesía, que cuenta con muy buenos poetas pero escasos. No veo un sólido cuerpo narrativo o poético, y creo que esta es la razón por la que se la conozca poco. Es difícil exportar a escritores aislados.


· Quisiera ser exacto en la anécdota... En cierta conferencia el poeta Enric Sòria, para definir a la crítica literaria catalana, puso el ejemplo del violinista en el ghetto de Varsovia al que nadie le decía que desafinaba por la situación provisional y de penuria en que vivían... Anécdotas aparte aunque en relación a la anécdota, ¿cree que existe una cierta complacencia en la crítica literaria catalana?


Lamentablemente no sólo en literatura. Pero desde luego es cierto que hay complacencia en nuestros críticos, parecería que criticar a nuestros escritores es equivalga a ser menos catalán. Ser catalán se ha convertido no en una naturaleza sino en una causa, y las causas llevan al peor nacionalismo y a la falta de crítica. Lo que necesitamos son grandes escritores, no grandes causas. Y no deja de ser triste que en momentos de mayor libertad el lenguaje de la mayoría de los que escriben en catalán sea muy pobre o, peor, artificial. Poco dado a la nostalgia como soy, tenemos derecho a añorar los tiempos de Josep Pla, Mercedes Rodoreda, Pere Calders o Joan Perucho, de J.V. Foix, Joan, Carles Riba, Joan Vinyoli o Salvador Espriu. Situación provisional, ¿en qué sentido? Como país podríamos estar todavía mejor, pero estamos mucho mejor que hace treinta y cinco años. La penuria editorial es bien visible. Creo que no hay una verdadera dinámica creadora, y gran parte de la culpa es nuestra, empezando por los políticos y los gestores culturales. No sólo hay que ser catalán. Hay que saber serlo. No sólo hay que escribir en catalán. Hay que saber escribirlo.


Un abrazo y mil gracias por la entrevista.

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