(Entrevista publicada en Paralelo Sur número 5, junio de 2007)
Por Fernando Clemot
Una pregunta inevitable, ¿cuál considera que ha de ser el papel de la crítica literaria en prensa?
La crítica literaria en la prensa debería tener, en suma, una triple función: describir, analizar y valorar los libros, fundamentando el juicio con razones. Pero sin juicio, sin valoración razonada, no hay crítica. Por tanto, o bien debería incitar a la lectura, o bien advertir al lector para que no pierda el tiempo con libros de escaso y dudoso interés.
¿Quizá le falta a la crítica literaria española de los últimos años algo de entusiasmo?
No lo creo. Los buenos críticos, que creo que los hay, se entusiasman cuando deben hacerlo y en grados distintos, según el valor, la novedad y el riesgo que asume el libro correspondiente. Pero si éste descubriera obras maestras constantemente, no podríamos fiarnos demasiado de él.
¿Tiene buena relación con escritores y editores? ¿Cree que se puede conjugar amistad con el juicio crítico? ¿Cómo aborda personalmente esta eterna disyuntiva?
En general, tengo buena relación tanto con los escritores, como con los editores, lo que no impide que me mantenga lo más independiente que pueda. Por ejemplo, por citar un caso reciente, conozco y me parece que tengo buenas relaciones con todo el equipo de Seix Barral, aunque la última novela de Eduardo Mendoza me haya parecido floja, superficial, y así lo he explicado en una crítica. O también aprecio mucho como escritor, y como persona, a Álvaro Pombo, más allá de que creyera que sus dos anteriores novelas (de la última no he escrito) contenían graves defectos (pese a los premios que se le concedieron) y así lo razoné. Con los escritores que son buenos amigos, uno sufre cuando se publica un libro que está por debajo de lo que espera. Ante esa situación, lo único que puede hacer es o bien callarse, o acaso hacer una faena de aliño, o bien explicar claramente qué le ha parecido la obra y, a veces, perder un amigo. Lo que creo que no debe hacerse jamás es alabar una obra que posee carencias porque el autor sea amigo del crítico.
Sobre la crítica y los escritores noveles... ¿Cree que el juicio del crítico ha de ser más flexible o sufrir alguna modificación al enjuiciar a un escritor novel?
Cuando se trata de escritores jóvenes, el crítico debería poder intuir lo que el autor pueda hacer en el futuro, las posibilidades que pueden agazaparse en una obra que, a lo mejor, todavía se halla en ciernes. Ya sé que todo esto es más fácil en la teoría que en la práctica. En suma, no se trata tanto de mostrarse flexible cuanto de tener olfato, de intuición, como decía. Hay escritores jóvenes que buscan y aunque quizá no encuentran, andan por un camino acertado; otros, en cambio, andan perdidos, su obsesión es ser modernos, experimentales, por lo que copian mal de autores extranjeros hoy de moda. En realidad, quieren ser cantaores de flamenco japoneses... Se mueven, sí, pero en una dirección equivocada. Hoy, lamentablemente, son los que predominan, aunque -por fortuna- ni la crítica mejor informada los aprecia, ni los lectores les prestan atención alguna.
Quimera, los últimos años...
Hablemos de la literatura de los últimos años, de Quimera, de la aparición de nuevos valores... ¿En qué momento cree que se encuentra la novela en España? ¿Podría destacarnos algún autor joven que considera especialmente prometedor?
La novela, y la narrativa, en general, el microrrelato, el articuento, el cuento y la novela corta, me parece que se encuentran en un buen momento. Que el pasado año, durante el 2006, se publicaran novelas como las de Eduardo Lago ( Llámame Brooklyn ), Gonzalo Hidalgo Bayal ( Paradoja del interventor ), Adolfo García Ortega ( Autómata ), Luis Goytisolo ( Oído atento a los pájaros ), Luis Mateo Díez ( La piedra en el corazón ), o un libro de cuentos como el de Fernando Aramburu ( Los peces de la amargura ), creo que invita a ser optimistas. Ahora parece que los escritores maduran mucho más tarde, buena prueba de ello es que no haya surgido aún un claro relevo de aquellos que empezaron a publicar en los setenta y primeros ochenta: los Marías, Luis Mateo Díez, Mendoza, Vila-Matas, Millás, Merino, Pombo, Fernández Cubas, Muñoz Molina... Me refiero, en concreto, a que los autores que empezaron a publicar en los noventa no han dado aún obras que tengan un valor indiscutible como hicieron pronto los autores recién citados.
Por lo que se refiere a los narradores ¿jóvenes? me han llamado la atención, sobre todo, obras de Andrés Neuman, Andrés Barba, Julián Rodríguez, los libros de cuentos de Pablo Andrés Escapa y Pilar Adón... En fin, no sé, seguro que me olvido de autores que aprecio. ¿Sigue siendo joven Hipólito J. Navarro?, él es otro autor que he leído con placer. También me interesó mucho El vano ayer, de Isaac Rosa, aunque sus gustos literarios, su inverosímil castrismo -a estas alturas- y la intolerancia que rezuman sus artículos den un poco de miedo... Espero que no volvamos a tener la repetición del caso Belén Gopequi, excelente escritora echada a perder por eso mismo. Acabo de leer la novela de Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa, y me ha parecido valiosa (su anterior libro de cuentos, Los caballos azules , también me gustó bastante), y aunque sea relativamente joven, tiene ya una trayectoria sólida como escritor. Me dicen poco, en cambio, los jaleados J.F. Ferré y Javier Calvo, vacuos experimentalistas, por no descender a otros nombres más insignificantes, de semejante cuerda, a los que nunca les suela faltar un crítico despistado (o el siempre desnortado Juan Goytisolo) que les ría las gracias. Mucho menos aún me interesa esa especie de Gironella actual que es Juan Manuel de Prada, puer senex , ¡pobre!, o profesionales de los concursos de cuentos como Félix J. Palma, un nuevo Carlos Murciano.
¿Qué cree que ha aportado Quimera en estos años al panorama literario español? ¿Ha quedado en el tintero algún proyecto que hubiera querido hacer y no pudo?
Son los demás quienes tienen que decir qué ha aportado Quimera durante los casi cinco años en los que he sido su director.
Siempre quedan cosas pendientes. Por ejemplo, un número monográfico sobre Carlos Edmundo de Ory; otro sobre la narrativa hispanoamericana actual (quien podía haberlo coordinado no se atrevió en su momento); seguir haciendo los balances de abril, ahora sobre la literatura hispanoamericana del siglo XX, etc. También echo de menos la sección de microrrelatos, aunque estamos a punto de reanudarla en la revista Clarín .
Harold Bloom en uno de sus últimos trabajos opina que uno de los principales riesgos para la literatura será la paulatina desaparición de la figura del lector en detrimento de otras formas de ocupar su tiempo de ocio. ¿Comparte esa opinión y cree que estamos ante una batalla perdida?
Suelo estar bastante de acuerdo con Harold Bloom, listas aparte, pero en este caso no comparto su opinión. Si algún día desaparece la figura del lector, todo es posible, no lo veremos nosotros, por fortuna. ¡Tampoco me disgustaría convertirme en lector clandestino!
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