lunes, 4 de enero de 2010

LA CRÍTICA LITERARIA ( III ): ENTREVISTA A DOMINGO RÓDENAS

Por Fernando Clemot
(Entrevista publicada en el número 5 de Paralelo Sur, julio de 2007)

Domingo Ródenas es uno de los críticos y docentes más reputados del país. Suyo fue el acierto de crear un posgrado sobre "La crítica literaria en la prensa" y en la actualidad ejerce la crítica en El Periódico de Catalunya . Entre sus libros figuran algunos títulos inexcusables del ejercicio crítico como son Los espejos del novelista. Modernismo y autorreferencia en la narrativa española de vanguardia (1998), la antología de ficción vanguardista Proceder a sabiendas (1997), Prosa del 27 (2000), La crítica literaria en la prensa (2003) o la antología Poéticas de las vanguardias históricas (2007). En el ámbito docente imparte clases de Literatura española, Literatura de Tradición Europea y Literatura Contemporánea en la Facultat d'Humanitats de la Universitat Pompeu Fabra. Sus estudios críticos y ediciones se han centrado, entre otros, en Miguel de Unamuno, Benjamín Jarnés, Ramón Gómez de la Serna , Azorín, Antonio Marichalar, Luis Cernuda, Carmen Laforet, Miguel Delibes, Álvaro Pombo o Enrique Vila-Matas. Nos ofrece Domingo Ródenas una opinión valiosísima como crítico y estudioso de la literatura española; un juicio cultivado sobre el momento de la literatura española, la crítica literaria en prensa y los nuevos valores. Desde cualquier prisma la opinión de Ródenas resultaba necesaria y reveladora...

El papel de la crtica

Aunque suene a pregunta manida queremos conocer su opinión... ¿cuál cree que ha de ser el papel de la crítica?

Mi respueta también va a ser previsible pero inevitable: la crítica de prensa debe cumplir una doble función: informar y orientar mediante el juicio crítico. Para lo primero es preciso describir al lector las características del libro, sus méritos y deméritos en la estrecha medida que permite el formato de la reseña periodística y teniendo en cuenta a la hora de seleccionar los aciertos y desaciertos que éstos han de constituir el cimiento argumentativo de la segunda función. Ésta se concreta en el aquilatamiento del libro de la forma menos ambigua posible. Una crítica que no informe con claridad de la índole del libro reseñado y que no emita un juicio inequívoco (aunque matizado) sobre la obra es una crítica ineficiente.

Porque las editoriales también aprietan y sabemos que hay periódicos que forman parte de grupos editoriales más extensos... ¿hay alguna forma de huir de todas estas presiones? ¿Tiene alguna fórmula propia?

No sólo aprietan las editoriales. Los aprietos para el crítico son múltiples y no todos los origina la industria. Las relaciones personales con los creadores, desde el mero conocimiento cordial hasta la amistad, coartan indefectiblemente la libertad de juicio. Algo que debe ser visto no como un talón de Aquiles del crítico sino como una evidencia insoslayable. El crítico que desee preservar lo máximo su libertad tiene que evitar escribir sobre libros hacia los que exista aprecio o desdén previo. Esto, sin embargo, es un desiderátum que no siempre se logra.

Sobre el caso Echevarría se han vertido centenares de opiniones, algunas muy afiladas como la del editor Constantino Bértolo en su artículo "La muerte del crítico. Prisa contra Prisa" en que señala directamente al grupo Prisa y a El País. Todo el revuelo provocado por el "caso Echevarría" ¿ cree que ha desprestigiado a la crítica española en su totalidad?

El desprestigio de la crítica de actualidad ("militante", como se decía antes, me parece un adjetivo inexacto, aunque de aplicación en algunos casos) es una serpiente de verano. Siempre que no haya de qué hablar podemos desenfundar la resudada indigencia de la crítica, española o finlandesa, la permanente sospecha acerca de su legitimidad o sobre lo ancilar de su funcionamiento (cuál es la formación del crítico, qué mecanismos de capacitación profesional ha arbitrado el sector, etcétera). Es un buen tema de sobremesa.

Si tuviera que definirse como crítico, ¿cómo lo haría?

Como un paseante solitario.

¿En qué momento se encuentra la crítica literaria en prensa? ¿Hay motivos para ser optimista?

Creo que hay excelentes críticos ahora mismo desempeñando su labor. No uno mi voz al coro de jemerías que se lamentan del estado calamitoso de la crítica. Quizá porque ésta ha sido siempre una actividad de estatuto precario y de praxis problemática. Puestos a deplorar la crítica en los periódicos convendría apuntar con tino y mencionar fenómenos que la desvirtúan o empobrecen (el escaso criterio, por ejemplo, con que se selecciona a los reseñistas desde algunos suplementos literarios; el empeño de algunas editoriales en utilizar a los críticos como publicistas obligándoles a leer las obras en galeradas para convertir su reseña en un producto propagandístico a favor o en contra, lo mismo da) o incluso apuntar a ciertos nombres, aspecto éste, como se comprenderá, delicadísimo y que no me interesa en absoluto. No veo motivos para el optimismo si éste significa alguna forma de esperanza en el papel futuro de la crítica literaria en la prensa. Más bien soy un pesimista activo que, persuadido de la grandeza y dignidad que encierra el dominio de los discursos literarios, confía en que tiene que ser posible el contagio de la pasión por la literatura para un público amplio. Aunque no se me oculta que las vías de difusión rápida de la propia opinión abiertas por Internet (por ejemplo con los blogs) pueden hacer surgir en este medio, como ya sucede, una crítica más viva e inmediata, más fresca y próxima al consejo de un amigo.

Los últimos años

¿Debe desarrollar el juicio crítico alguna distinción ante la obra de un escritor novel? ¿Es necesario situar el nivel de exigencia a la misma altura que la del escritor consagrado o se han de hacer concesiones?

Éste es una de las cuestiones palpitantes para cualquier crítico. De entrada me parece cuando menos una equivocación atropellar o avasallar a un autor novel (joven o no) con una crítica demoledora. Escribir una reseña feroz alimentada por el ingenio del crítico es tan fácil que a veces puede resultar deshonesto. El escritor novel es demasiado vulnerable ante una opinión adversa y el crítico debe tenerlo en cuenta. Caso distinto es el de la celebridad literaria con las anchas espaldas de un prestigio sólido y que tiene un pinchazo. El crítico está obligado a señalarlo, por respeto a los lectores, a quienes debe advertir de ese bache y evitar con ello que sean embaucados por una campaña publicitaria casi invariablemente bien orquestada. El nivel de exigencia a un autor consagrado tiene que ser siempre alto y la concesión es necesario reservarla para los autores incipientes. La mediocridad se revela por sí misma en una segunda o tercera tentativa; hay que darle espacio al autor nuevo para que recorra un trecho del camino. Pero, ojo, también hay que alertar contra el adocenamiento de la escritura incluso en los autores que hacen sus primeros pinitos.

En su carrera como crítico y docente se ha encontrado seguramente con diversos estilos y modos de hacer literatura. ¿Podría hacer una valoración del momento actual de la literatura española?

La respuesta adecuada requeriría escribir un libro de grosor algo más que mediano, pero la cortesía me obliga a ser telegráfico. No es un mal momento si nos conformamos con una docena de creadores de primer nivel entre los que hay tendencias, estilos y teorías de la ficción muy distintas, desde la novela conceptual de Álvaro Pombo (vía Iris Murdoch o Lessing o Sartre) o de Javier Marías (vía Faulkner o Bernhard con Cervantes al fondo) a la revisión del Modernismo con un acentuado componente autorreferencial que cultiva Vila-Matas o al realismo depurado y ruralizante de Luis Mateo o el realismo urbano, torrencial y tumultuoso de Almudena Grandes. O la no menos cervantina y posmoderna narrativa de Millás en torno a la noción de duplicidad y simulacro, o, en fin, tantos otros creadores. No soy derrotista, ni mucho menos, aunque reconozco que no todas las fórmulas literarias que he mencionado (y las muchas que quedan en silencio) me parecen afortunadas. Lo que sí se observa en los últimos años es una creciente incidencia de la literatura norteamericana de los últimos cuarenta años, desde los maestros Bellow, Updike, Roth, DeLillo o Auster hasta los postmodernos ya un pelín apolillados (Barth, Coover, Vonnegut.) o los autores más jóvenes desde David Foster Wallace hacia abajo. Una buena muestra de esa asimilación es Llámame Brooklyn de Eduardo Lago y una muestra de lo ácida que puede ser la digestión de una copiosa ingesta de cultura popular posmoderna es Nocilla Dream, la primera y muy interesante novela de Agustín Fernández Mallo.

Hablemos de estos últimos años de la narrativa española, ¿nos podría señalar algún autor o libro indiscutible en estos últimos tiempos? ¿Algún autor joven que considere especialmente destacado?

En parte he contestado a esta pregunta en la anterior. El concepto de libro "indiscutible" es una entelequia. Discutible es el Quijote, a cuya primera parte se le ven las costuras y es una chapuza debida a las prisas; discutible es la Recherche de Proust (¿no le sobran páginas, como suelen, solemos, decir los críticos?); discutible es Bajo el volcán (¿era necesario escribir unas primeras cuarenta páginas tan abstrusas?). Precisamiente creo que las mejores novelas de estos últimos años, si algo son, es discutibles, esto es imperfectas. Lo son las de Pombo y las de Vila-Matas y el proyecto admirable (y para algunos tedioso, no para mí) en que está engolfado Marías. Todas parecen estupendas novelas revestidas de un traje verbal demasiado ancho, bajo el que se adivina la musculatura exacta de un cuerpo textual que hubiera lucido más si hubiera estado más ceñido. Pero este problema no concierne a estos escritores, sino a cualquier creador, como es fácil comprobar desde Cervantes a Musil o a Bolaño. De éste me parece llamado a perdurar 2666, y también Tu rostro mañana de Marías, junto a Donde las mujeres o El metro de platino iridiado de Pombo, aunque éstos son títulos de los noventa. Y por descontado la trilogía subrepticia sobre las patologías de la escritura que ha compuesto Vila-Matas, formada por Bartleby, Montano y Pasavento. Mencionar a algún autor joven me recuerda el juicio de Paris ante las tres Gracias. Por otro lado, ¿es joven Javier Cercas o ha abandonado el sector juvenil de la literatura? Si nos atenemos únicamente a las fechas en que cobra notoriedad, sin duda el suyo es uno de los nombres indefectibles, junto a los de Eduardo Lago y Fernando Aramburu. ¡Pero todos han sobrepasado la cuarentena! Entre los jóvenes de solemnidad son acreedores de atención Isaac Rosa y el extremeño Julián Rodríguez. Pero prefiero no seguir arriesgando nombres.


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