lunes, 18 de enero de 2010

MICRORELATO: GENET EN SA CONCA

GENET EN SA CONCA


Se solía bañar desnudo, muy temprano, entre las barcas de Sa Conca.
Lo reconocí el primer día. Era él, estaba allí, efímero, su piel brillaba con las primeras luces como la de un pez recién brotado del agua. Tenía el pelo muy canoso, blanco agostado como el poso de un cigarrillo. El rostro duro que siempre le había intuido, la cara partida por los años de presidio y delincuencia. El pelo muy corto y la frente cargada sobre unas cejas que escondían los ojos. En sus mejillas ardía el alcohol, el rubor de los héroes griegos.
Por la tarde estuvimos en una de las terrazas. Se hurgó meticulosamente los dientes con un palillo que cogió de la barra. Escupió. Conservaba los modales bruscos de la cárcel y un tatuaje mal avenido en el antebrazo.
Marchó al día siguiente. Se llevó mis poesías en una carpeta sucia. Antes de irse me arrimó contra un portal, me estiró del pelo y me apretó muy fuerte el sexo. Le acompañé hasta el autobús. Llevaba una triste maleta de cartón que habíamos recogido en una pensión que había cerca del casino. Porque era Genet, sí, tenía que ser él, se parecía tanto al de las fotos, lo tenía que ser, lo era, o al menos él había dicho que sí, que lo era.


®Fernando Clemot, 2010

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